Ventura vence a su “enemigo”, él mismo. (Las Ventas 6 octubre)
Hace tiempo que Diego Ventura ya lucha contra él mismo. El rasero con el que se le mide está por las nubes y cada tarde se espera una genialidad. Tras el rabo de San Isidro hoy se le esperaba casi cortando seis y eso pesa. Hoy ha logrado vencerse superando esa presión con una extraordinaria faena al sexto de la tarde en la que rozó el rabo si no llega a ser por el rejón de muerte.
La inmensa expectación, el alboroto, la plaza en pie… Eso queda solo en manos de los genios como él.
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El primer éxito de la tarde fue el entradón que rozó el lleno. Sin duda ahora Diego manda en taquilla con una inmensa capacidad de atracción entre la gente joven que un sector anticuado no sabe explotar. Los tendidos rebosaron juventud y alegría dejando en evidencia la caspa de un sector inútil incapaz de poner al rejoneador en el lugar que merece.
Abrió la tarde ante un mulo de Ángel Sánchez con el que estuvo a medio gas. Se le vio querer templar los nervios de la tarde con una labor medida pero en la que hubo alguna pasada en falso que enfrió todo. A la grupa levantó una labor que el rejón dejó en ovación tras fuerte petición. OVACIÓN.
El segundo de la tarde fue una birria impresentable de Miura. El cárdeno fue complicado y el torero no pareció cómodo con él. Su labor tuvo el mérito de levantar los tendidos a toro casi parado a base de piruetas que desentonaban con la seriedad del gesto. El rejón se llevó la ilusión. PALMAS.
El tercero fue un noble y manso Murube de Moura. Ventura puso solvencia pero sin el arrebato que le hace marcar diferencias. Los pares al violín quebrando fueron colosales pero al trasteo le faltó la continuidad y ligazón que provoca emoción. Las cortas al violín pusieron la plaza a punto para una oreja que se llevó el feo rejón. SILENCIO.
En el cuarto tuvimos un entremés sorprendente con una faena por colleras junto a Juan Manuel Munera. Otro manso de Ángel Sánchez con el que el sevillano optó por dar sitio, gesto que le honra, al sobresaliente. Juntos rescataron con buena nota las colleras clavando con buen tono. La plaza despidió a un meritorio Munera con una rotunda ovación. El rejón se llevó el premio que no sabemos si hubieran compartido. PALMAS.
Cuando la tarde se marchaba salió el guapo quinto. Un buen Miura con el que Diego Ventura fue poniendo a la plaza de acuerdo. Tuvo mérito a dos pistas aguantando arreones de un toro con casta que se salía de lo habitual. Los quiebros con Lío y el galope con el extraordinario Nazarí pusieron a la plaza en pie. Se pidió con rotundidad un doble trofeo que el palco dejó en oreja. Por fin a Diego le cambiaba la cara. OREJA
Tardó en salir a por el sexto. Solo él sabe el motivo pero sí sabemos que salió cambiado. Tras la pobre porta gayola del soso segundo volvió garrocha en mano. El Murube de Moura salió galopando y ahora sí hubo mucho brillo. Diego hizo todo perfecto, medido, torero. Toro y torero se fueron entendiendo con la plaza, literalmente, loca. Sueño hizo arte en unos quiebros de miedo y felicidad con Las Ventas rugiendo. El legendario Morante dejó su sello a dentadura limpia con todo el tendido en pie. El final de faena, con el fiable Remate, coronó lo que Dólar (sin bocado) había dejado ardiendo. Solo la mala colocación del rejón evitó un rabo que se pidió con unanimidad. Una faena para el recuerdo. DOS OREJAS.
En cualquier otra tarde la faena al sexto hubiera servido para hablar de éxito pero hablamos de un torero que anda por encima del bien y del mal. Esto hace que nada parezca suficiente porque no hay peor enemigo que uno mismo. Su tarde merece todo el respeto del mundo y el agradecimiento. Sin duda no creo que le sirva para entrar en Bilbao, Pamplona o Logroño pero creo que 17 puertas grandes en Madrid ya eran suficientes para ello.
Tener a todo el rejoneo en tus manos parece una presión durísima que le pudo pesar por momentos pero que se sacudió con su rabia en el último.
P.D. De figura del toreo es el gesto, de figurón levantar una tarde que se iba y de leyenda es querer cambiar un arte en decadencia como el rejoneo. La vuelta al ruedo al sexto, con rasero de rejones, merecida y el cante… pues eso.