Hablamos con Mariano de la Viña.
Hace unos meses nos despertábamos con la gran imagen de Mariano de la Viña puesto en pie en el hospital tras la cogida que había tenido en vilo al toreo en Zaragoza. Un gran amigo le calificó como “extraterrestre” además de unirse a este calificativo varias referencias al tamaño de sus atributos por parte de otros amigos del mismo grupo de whatsapp. Uno va entendiendo que no, simplemente aquello de lo de “son de otra pasta” es una verdad como un templo. Hablamos con una leyenda de los toreros de plata y un ejemplo.
¿Cómo se encuentra?
Bien, animado, con ganas. Estoy viendo la evolución de las heridas siendo el nervio ciático el que más guerra me está dando. Estoy avanzando, a la expectativa de ver cómo se desarrolla todo.
¿Cómo es su día a día?
Me levanto y lo primero que hago es ir al médico para ver cómo va la herida de atrás. Creo que va a terminar de rematarse pronto pero es una herida que se cura de dentro hacia afuera y está tardando algo más. Luego voy a rehabilitación para lo del ciático y a un amigo para más rehabilitación. Después en casa hago algo de bicicleta estática y ya voy caminando, poco a poco, sin muletas.
¿Animado?
Por supuesto, son esas ganas las que te mueven a tirar hacia adelante.
Yo tengo claro que he perdido la batalla de entender a los toreros. ¿Me equivoco si le digo que volver a torear le mueve en su recuperación?
No, es así. El vestirte de torero, el estar con tu matador es una de las motivaciones más importantes.
Le voy a decir lo mismo que a Fortes y a otros compañeros suyos, ¿qué les da el toro para pensar así y no buscar huir de lo que les hizo daño?
El torear es lo que he hecho toda mi vida y lo que más me gusta. El torear es mi mayor motivación para luchar. Quiero recuperarme, estar bien y, estando bien, volver a torear.
Poco después del percance Doña Pilar Val-Carreres me dijo que creía que sí iba a volver usted a torear.
Eso quiero pero si vuelvo es al 100%. Las exigencias del toro son muy altas y aquí no se puede andar en tonterías. Viendo la evolución veremos.
Hablamos sobre Zaragoza centrados en su capacidad para asumir algo que solo los elegidos son capaces de asumir.
Zaragoza es una feria importante, la más fuerte de final de año. Ese toro (por volumen) le has matado en varias plazas durante todo el año. Está claro que al llegar octubre pesa la temporada pero cuando haces el paseíllo sabes que estás en plaza de primera y estás con todas las consecuencias.
Me queda claro que usted lo asume con una naturalidad que los “humanos”, me queda claro que algo tienen ustedes que no lo es, no asumiríamos jamás.
El percance vino en un lance y no fue ni acierto ni fallo mí. El toro me arrolló e hizo lo que debía, no hay vuelta de hoja. Con Enrique lo he hablado y las cosas pasaron porque tenían que ocurrir y ya está.
Su naturalidad asusta. Voz recia, firme, sabedor de lo que el toro da y quita con la naturalidad que sólo ellos son capaces de comprender.
Tú asumes dónde estás y eres consecuente con lo que pueda pasarte. Sabes que estas cosas pasan.
Usted siempre, ahora hablaremos de ello, ha contado con el cariño de la gente, por algo será.
El cariño que he recibido ha sido enorme y el teléfono no ha parado de sonar. Me ha venido mucha gente a ver tanto profesionales como aficionados y amigos.
Un cariño que ya sonaba en la voz de Doña Pilar Val Carreres.
Al doctor le tengo como un padre ahora mismo. Me ha salvado la vida junto a su hija Pilar y su equipo. Les tengo toda la devoción posible.
A estas alturas me queda claro su capacidad sobrehumana y no dudo en repetírselo, algo que asume con esa entereza que conmueve. Su vida ha venido de la mano de la carrera del maestro Ponce.
Mi carrera ha ido paralela a la suya. Lo más intenso que he vivido ha sido a su lado y su trayectoria es la mía. Hemos vivido lo bueno y lo malo juntos.
Salvo dos años, casi treinta inseparables.
Son 30. Estuve con él de novillero con caballos así que esos dos años que no estuvimos llegan a los 30 con esa etapa inicial.
¿Cómo se conocieron?
Nos conocimos en Madrid. En la clínica del doctor Guillén en el año 1989. Me había atropellado un coche rompiéndome la rodilla y allí estaba Enrique con una fisura por una voltereta. En uno de los días de revisión coincidimos, era mayo. Al mes siguiente empecé a torear y su apoderado, Juan Ruiz Palomares, habló con mi padre para ver si quería ir con Enrique. Le dijo que sí y hasta hoy. Enrique ya era figura de los novilleros.
Ya le tendrían bien localizado.
En este mundo del toro nos conocemos todos. Estaba colocado con Víctor Mendes y había ido con Rául Zorita. Todos nos conocemos y sabemos cómo vamos cada uno. Juan Ruiz contactó, como te digo, con mi padre y hasta hoy.
¿Se imaginaba 30 años?
No. Al empezar tienes muchas ilusiones pero con el tiempo todo se dio bien, el sueño del niño de convertirse en figura se cumplió. Es un orgullo ver lo que hemos vivido, en lo bueno y en lo malo, juntos.
Hablar de su profesionalidad sería absurdo porque su currículo está ahí pero algo personal debe haber para aguantarse tantos años.
Somos amigos y se refleja en la plaza pero si no cumples no estaría ahí.
Hay una imagen muy definitoria de ese cariño entre ustedes. Usted le entrega la montera en La México rodilla en tierra.
Llevaba años pensando hacerlo. Por timidez y qué dirán no lo hacia pero se lo hice en Istres la tarde que mató 6. Me dije que era el momento y lo hice. Brindó al público y al devolverle la montera se la di rodilla en tierra. Fue una muestra simbólica de cariño. Lo repetí en Valencia y La México. Son detalles que engrandecen a los toreros y muestra el cariño que nos tenemos.
Me llama la atención que le diera “cosa” por el qué dirán.
Sí te da pero, al fin y al cabo, luego pasas de estas cosas. Es lo que sientes y lo llevas a cabo.
Sin esa relación entre ustedes podría entender que alguien viera peloteo pero con su relación de peloteo había poco.
Por asegurar el puesto no era (risas). Son sentimientos que fluyen y haces lo que sientes.
Cómo le decía antes su trayectoria está clara, su brillantez y profesionalidad igual. ¿Cómo lograr estar siempre en un segundo plano?
Siendo humilde y sabiendo dónde estás. Soy banderillero que es lo que más me ha gustado. Sé dónde estoy y sé quién es la figura y lo que es. Estar a su lado es un premio y cada uno tenemos nuestro sitio.
Aguantar 30 años a tu pareja es complicado pero ya si hay tantos miedos de por medio, tantas emociones…
Hay que ceder pero también hacerse respetar. El entenderse es lo más bonito. Es una cuestión de respeto en la que predomina siempre la sensatez. Lo basaría todo en el respeto mutuo.
30 años en figura y viéndole está hecho un atleta. ¿Es tan exigente con ustedes como con él mismo?
No, él no nos exige tanto. Uno tiene su amor propio y por ello debes estar al cien por cien porque cuando sale el toro no estás ahí por amigo, estás por tu capacidad y profesionalidad. Si no eres capaz de afrontar las exigencias, estorbas.
En esos dos años que no estuvieron juntos me llamó mucho la atención la alegría de todo el mundo cuando volvieron a unir sus caminos. Señal de su relación especial y de cómo cae en la gente.
Con Enrique no estuve nunca mal. Fueron circunstancias que pasaron y al volver con Enrique, como dices, todo el mundo se alegró. Eso es muy bonito.
La última pregunta la tengo clara, ¿me equivoco si le digo que hoy no se acostará pronto?
No creo que me acueste pronto (risas). Hay que ver al maestro a ver si tiene suerte en La México. Es una plaza que tienen un cariz especial en la que da gusto ver la pasión con la que los aficionados viven el toreo.
Acabo dándole las gracias por su ejemplo, Estoy convencido que el toreo debe enseñar al mundo la capacidad de superación de quiénes logran esta fortaleza basada en el amor a su profesión. Sin duda, son especiales.