Hablamos con Luis Francisco Esplá
Seguimos en nuestro camino conociendo como viven los grandes del toreo el confinamiento por culpa de la pandemia del COVID y escuchando cómo ven el futuro del toro desde el punto de vista más acreditado, el de su experiencia como grandes de la tauromaquia. Hoy “viajamos” hasta Alicante para escuchar y aprender de una de las voces más representativas de este arte, el maestro Luis Francisco Esplá.
¿Cómo lleva el confinamiento, maestro?
Yo he tenido la suerte de vivirlo en el campo, para mí no es un confinamiento. Llevo años viviendo en el campo y coincide que estaban aquí parte de mis hijos con mis nietos. Prácticamente estamos viviendo unas vacaciones. Me parece casi indecente decir, cuando la gente vive recluida, que no es para mí un sufrimiento y sí, el poder estar viviendo con la familia, un regalo de la vida.
¿Muy apartado de la ciudad?
El núcleo urbano que tenemos es un pueblecito pequeño de 1100 habitantes aproximadamente y a unos 35 km de Alicante. Vivo en finca que he tenido casi toda la vida y dónde llevo diez años viviendo con mi mujer tranquilamente. Era a lo que aspiraba, a esta soledad y a esta quietud que propicia el campo.
¿Cómo cree que debe actuar el toreo para sobrevivir a las consecuencias del virus?
El problema que tiene el toreo es el de casi todos los espectáculos. Va a ser muy difícil poder conseguir volver a ver una plaza llena hasta que no aparezca una vacuna o un medio efectivo para erradicar la pandemia. Vamos a tener que convivir con ella, no sé los términos porque no soy científico y ellos mismos dudan, las incógnitas se desvelan sobre la marcha.
Sería bueno recurrir a la imagen, al archivo, a programas que palíen, en alguna forma esta falta de espectáculos.
¿Usted es partidario de las corridas a puerta cerrada?
Nunca. El público es imprescindible, el torero necesita el calor del público. Si tú me dices que esto se puede llevar al campo, llevándolo a un panorama más intrascendente, vale, pero nunca en una plaza de toros. La plaza de toros requiere del calor del público, del triángulo que se forma entre toro-torero-público, eso es imprescindible. Sin la tercera pata de la mesa es muy difícil crear ese incentivo, esa dinámica que tiene el espectáculo. Creo que sería casi lamentable ver un espectáculo en esas condiciones.
En el campo sí estaría de acuerdo que se televisara por tanto.
Sí, eso me parece fenomenal. Es el momento de hacer ver al aficionado como es la vida en el campo, como se selecciona, enseñar la dimensión que dan los toreros en el campo. Es otro mundo en el que, el torero sin las presiones del público y de la temporada, se mueve de otra forma. A mí me parece que es el momento de explotar esa dimensión del torero que nunca llega al espectador y que explicaría muchas de las claves del toreo.
Esto sería como eviscerar las condiciones del toro con los comentarios del ganadero, con los del torero… Esto solo se puede dar en el campo y ayudaría a entender y comprender la tauromaquia en profundidad.
¿Esto paliaría la pérdida de cabezas de ganado?
Eso ya es otro tema. Yo incluyo al toro dentro de los productos perecederos, y en los problemas de esta industria, porque tiene su edad para ser lidiados. Si no se lidia en ese tiempo lo que vale de él es su peso en carne. Lo que vale del toro es su comportamiento, su valor como elemento cárnico es pura anécdota.
Si va a haber un gran perjudicado en todo esto, los empresarios al final chapan la plaza y dejan de ganar un dinero igual que el torero, son los ganaderos porque tienen una serie de bocas que van creciendo. Es una cadena que no puede cortar. Al gran drama del espectáculo lo sitúo en el ganadero.
¿Sería partidario de torear a esos animales con 6 años?
Si los toreros están de acuerdo, si las autoridades transigen… Si se lidia el toro con 6 años la afición debe entenderlo, no tenemos que ir con el garrote a la plaza. Un toro con 6 años está en declive físicamente, se ampara en ese declive para abusar de su inteligencia. Hay que promover otra lidia, no es el animal que se deja seducir fácilmente por los engaños. Es un animal que se agota y como se agota tiene recursos para vender cara su vida, no los habituales recursos.
Si entendemos todo esto, y los toreros están dispuestos, ésta sería la solución.
Solución para ir tirando.
De eso se trata, ahora debemos sobrevivir. Toquemos el aspecto que toquemos, mercados por ejemplo, de lo que se trata es de sobrevivir hasta que podamos tener mecanismos que nos liberen de este virus y de sus consecuencias.
El mensaje del toro es fatalista, ¿queda esperanza?
Claro que la hay. ¿Tú crees que el que tiene un negocio y no puede abrir… ? Tengo locales comerciales que alquilo y la mayoría de ellos no me pueden pagar y lo entiendo. Uno tiene un salón de baile, el otro un comercio… Hasta que no se arregle esto no tendrán los flujos de gente necesarios para poder satisfacer los gastos mínimos diarios. Tenemos, entre todos, que entender que es una situación extrema y ceder en lo que nos toque.
El aficionado y el torero deben ceder porque las consecuencias de esto las vamos a vivir reflejadas en el toreo unos cuatro-cinco años. Esto va a dejar secuelas en todo y el toreo es parte de la sociedad. Tiene una economía el toro, intereses creados como todas las mercantiles.
¿Por qué somos tan fatalistas en el toro cuando todo el mundo estamos sufriendo por igual?
También es cierto que contamos con poca protección. Estamos señalados por la sociedad, es un espectáculo cuestionado. Dentro de ese clima es el niño tonto de la sociedad, el que menos beneficios obtiene de ella. Como más o menos goza de salud económica piensan que se apañe solo.
Todas estas cosas hacen más fuerte al toreo. A mí me preocuparía entrar en el capítulo de subvenciones. Todo lo que entra en el capítulo de subvenciones en este país empieza a agonizar. Es la demostración de que algo no va bien, de que es un cuerpo al que hay que asistirlo con respiración, ponerles goteros…
Prefiero que el toreo se haga fuerte sin la necesidad del respaldo moral o económico de las autoridades del Estado.
Esas subvenciones, que niega siempre el toreo, son indispensables para dar toros en muchos pueblos.
Hay que hacer una distinción entre subvención y paquete de fiestas. Esto los antis lo han usado de argumento. Una subvención es un pago pactado anual por determinadas cuestiones como la PAC por mantener el campo en unas condiciones. El paquete de fiestas es cuando el ayuntamiento quiere dar brío a sus fiestas e incluye ahí una banda de música, una orquesta… y todo eso lo pagan. Queremos dar una corrida en una plaza de 3000 espectadores cuando siempre se han dado novilladas, eso el aforo no lo cubre y como necesitamos que venga gente de fuera, que el pueblo trascienda, que se genere riqueza y que el pueblo se promocione ponemos el dinero que sea necesario para dar una corrida en un lugar impensable.
No es una subvención, es una apuesta de los ayuntamientos. A veces es una apuesta estúpida porque se han metido en berenjenales que no les pertenecían.
Esto ha cambiado el panorama de futuro.
Yo he visto como ha cambiado, en menos de veinte años, el panorama pasando de dar novilladas sin caballos a corridas de toros. En muchos de esos pueblos se han dado hasta tres corridas de toros. Esto obedece a un sistema económico que cambió con la construcción haciendo que los ayuntamientos tuvieran más ingresos y pudieran permitirse estos lujos. Cómo te decía, no es una subvención y sí una apuesta incluída en el paquete de festejos.
¿Sería una solución que los actuantes cobraran solo según la taquilla?
Todo está inventado. Esto ha existido, existe y existirá. Lo que creo es que tendremos que volver, sobre todo en las novilladas, a replantear la economía. Las novilladas tienen casi el mismo coste que las corridas de toros, no te hablo de los honorarios de los toreros: cuadra de caballos, IVA, Seguridad Social, retenciones… Una novillada no puede sostener esta economía. Esto imposibilita dar este tipo de festejos, había que replanteárselo porque es el germen de todo.
Si repasamos El Ruedo, hace 30 años, había una pirámide equilibrada con muchas sin caballos, menos con caballos y aún menos corridas. Esta pirámide se ha revertido y eso hace que el ejercicio económico del espectáculo esté desbaratado. No hay novilladas casi y los chavales que quieren acceder tienen un circuito limitadísimo.
¿Una solución sería reducir el número de profesionales?
Habría que estudiar el tema. Es necesario replantearse las novilladas completamente. Hay que replantearse la economía de la novillada. No sé si poniendo menos banderilleros, no sé si cobrando menos. Lo que no puede ser es que el novillero llegue a casa después de matar una corrida de toros, no mata novilladas, y sea el único que no solo no ha ganado dinero sino que viene debiendo dinero a su casa. Esto me parece indecente y hay que solucionarlo. La fórmulas no lo sé, habrá que sentarse, pero es incongruente que una criatura vuelva a su casa molido debiendo dinero mientras la cuadrilla tiene en el bolsillo todo su jornal.
Estas propuestas fueron llevadas por el alcalde de Villaseca generando el escándalo.
Es un tema delicado porque está estipulado. Renegociar los sueldos, si se renegocian los sueldos se darían más novilladas. El tema de la Seguridad Social es sangrante lo que pagan en el régimen especial de matadores y banderilleros. Todas las condiciones atentan contra la economía del espectáculo pero el más indefenso es el tema de las novilladas.
No digo que habría que poner menos banderilleros pero habría que buscar una solución que no sé pero que, a lo mejor, beneficiaría a todo el mundo porque se darían más novilladas. Si yo en vez de torear diez novilladas a diez toreo cincuenta a cinco me estoy beneficiando.
¿Por qué siempre existe el miedo de cambiar cosas en el toreo?
Es muy complejo. Estamos hablando de un gremio como es el de los banderilleros que ha vivido siempre muy unido, frente a los matadores, porque tienen los mismos objetivos. En los matadores no es el mismo objetivo el de El Juli que el de un matador que está empezando. El problema de El Juli es la corrida que va a matar en Madrid, los dineros que se va a llevar… El problema de la otra criatura es ver dónde va a torear. Son tan dispares los intereses de los matadores que es difícil vincular el interés de gente tan dispar como las figuras y los que están empezando. Eso hace complejo dar la forma a la economía del mundo del toro.
Hay que replanteárselo porque el problema del toro es esta economía y no los antitaurinos. El toro cada vez es más caro, al ganadero le cuesta más, los jornales son más duros, es más difícil encontrar gente para el campo. Vas a la ganadería y te encuentras mayorales que son rumanos. No tengo nada en contra de los rumanos ni de nadie pero una profesión tan tradicional como ésta, que se haya trasladado a gente que no tiene ni la más remota tradición taurina quiere decir que están cambiando muchas cosas por culpa de la economía.
Maestro, he visto en el archivo de TVE, una entrevista en Autorretratos del año 85 con frases que podemos traer a hoy. La primera frase que saco es “El toreo está en una situación fácil y difícil. Difícil porque la crítica es más dura y fácil porque no hay un divo que arrastre a la gente”.
Estamos viviendo un momento interesante. Cuando llegué al toreo había veinte matadores en una época donde más calidad y variedad había en el escalafón. El Viti no tenía nada que ver con Palomo, Palomo nada que ver con Dámaso, Dámaso nada con Paquirri, Paquirri no tenía nada que ver con Manzanares… Era un escalafón muy bien cuajado y la gente iba a los toros porque con esos veinte se daban todas las ferías.
Ha habido momentos que faltaba el líder pero creo que ahora tenemos un elenco interesantísimo que lleva gente a la plaza y están atrayendo hasta a las élites intelectuales. El problema es que falta imaginación. Hay un declive empresarial importante.
El año pasado, en Villaseca, citó al malo de la guerra de las galaxias.
(Risas). Estamos casi en manos de una persona. Si esa persona tuviera imaginación, si pusiera cariño, sería magnífico el tema. Estamos en el aniversario de Joselito. Él quería dominar el toreo, quería ser el torero omnimodo que pudiese al toro en la plaza y también mover todos los resortes del espectáculo. Jamás en su beneficio y sí en beneficio del espectador. Él quería captar más aficionados, fue promotor de las monumentales. Sobre todo el concepto de torero honesto, de torero honrado, que tomaba decisiones buscando el más difícil.
Ahora el torero busca eludir responsabilidades si domina aquello, busca eludir riesgos, todo eso está bendecido por los empresarios que gestionan las plazas de toros. Esto evita los conflictos, se crea un compadreo en el que todos nos llevamos bien y no hay ningún problema. Cuando los toreros realmente plantean sus trayectorias, su vida artística sobre decisiones propias, cambia la dinámica del toreo. El problema está en que no deciden, están siempre en manos de apoderados y son ellos los que rigen los destinos del torero. Estos apoderados, a la vez empresarios y ganaderos, no van a discutir entre ellos. Usan la mercancía, para favorecerse pero nunca para crearse conflictos. Lamentablemente la mercancía son los toreros.
Esos toreros son cómplices.
No, peor, son subordinados. Cómplices sería si participaran del crimen. Parecen subalternos de los empresarios y de los apoderados. Tuve la suerte de tener un apoderado, Cisneros, que me insistía constantemente en que él era un asalariado mío. Él no era el que regía mis destinos, tenía que ser yo el que tomara las decisiones. Todo esto era así.
Hasta que no viene Camará al toreo los toreros tenían un apoderado que no conocía nadie. No iban a torear, ni mucho menos, se quedaban haciendo las gestiones burocráticas que el torero le indicaban. Nunca fueron a un sitio, nunca decidieron que corrida mataba el torero… El apoderado era un señor que vivían de una comisión. Una comisión que era del 2-3% frente al 15-20% de ahora más los gastos de desplazamientos y viajes.
Ya mandan los empresarios frente a los toreros.
No solo es eso. Las nuevas generaciones se han críado bajo esas consignas y entienden que esto es lo natural. Entienden que el toreo ha sido siempre así y no lo es, ha sido el torero el que ha decidido. Si observamos la historia de ciertos toreros vemos que al final de su carrera se desvinculan de ciertos taurinos y buscan apoderados que no lo sean. El motivo es para no vivir bajo la sombra, bajo las implicaciones, bajo las tramas, bajo el cambio de intereses … que normalmente termina haciendo de los apoderados satélites de las empresas.
Al que usted cita como “El malo de la Guerra de las Galaxias” ha crecido hasta convertirse en el amo de esto. Eso quiere decir que lo ha hecho con el beneplácito de otros empresarios, toreros…
Sí, ¿ante eso que podemos hacer? Es muy fácil medrar en el torero. Los toreros, que son el eje de todo esto, son gente muy sana, sincera, que se dejan manipular fácilmente. Lo que hace falta para esto es no tener escrúpulos. Yo podría haber medrado y ser el Vader de la Guerra de las Galaxias pero no tengo estómago.
Me han propuesto apoderar pero no me atrevo a tomar decisiones. Ahora te piden que tomes decisiones y debe ser el torero. Yo tengo que negociar los términos que usted me diga, nada más, y pelearme con las empresas. Cuando usted se vaya yo me iré porque habré quemado mis naves defendiéndole a usted. No podré apoderar a nadie. Esto ocurría antes. Los toreros que tenían apoderados independientes, cuando se iban del toreo, el apoderado se tenía que ir con ellos porque estaba quemado de haber bregado con los empresarios.
Domingo Dominguín decía “el torero es el enemigo natural del empresario”. Cuando las cosas van mal los empresarios tratan de poner al torero en unos dineros, reconducir todo aquello. Hay una sublevación cuando los toreros merman. Esto daba al toreo un interés especial porque el torero tenía que tener una tensión que si no mantenía era pisoteado. Ahora no, nos llevamos todos de puta madre. Nos damos palmaditas en los callejones, nos damos besos, nos vamos a comer con el empresario… Ha cambiado completamente el toreo.
Para aceptar esto hay culpables que se han subido al carro.
Claro, de eso se trata, de no molestarse. Antes el toreo funcionaba de otra forma. Antes el torero le tocaba la cartera al empresario y no tenía más remedio que ponerlo cuando había que contar con él. Eso molestaba al empresario y cuando el torero aflojaba el empresario le pasaba cuentas. Esto ha sido así toda la vida y por eso el torero tenía que mantener una coherencia en las temporadas increíble.
¿Sabes lo que duraban los toreros? 5-6 años porque esto le obligaba ir en un régimen de revoluciones que no podían aguantar más. Yo me he tirado 30 años en el toreo y esto era impensable antes porque las revoluciones de antes no son las de ahora. Esto creaba un panorama estremecedor, ponía los pelos de punta. Si uno cortaba dos orejas, otro un rabo y el otro más. Esto beneficiaba al espectador y, como esto no es ahora igual, el perjudicado es el espectador.
Cuando estamos mal como ahora, si siguen los mismos me da que pensar que seguirán los mismos igual o peor, más acomodados.
No diría que los toreros andan tan acomodados. Si digo que debían de ganar más dinero, tenía que haber más rigor y ellos deberían decidir para bien o para mal. Todo esto está promovido, manejado, guiado por gente que toman decisiones por ellos y no debería ser así.
Cuando Plácido Domingo canta en un teatro es él quién negocia todo. Como Plácido todos los grandes tenores y sopranos. Tienen sus apoderados, sus representantes pero son ellos los que deciden la ópera a cantar. Ellos miran el reparto, quién decora… Se rodean de todos los ingredientes para que aquello tenga esplendor y piden mucho dinero. Son ellos los que negocian y el representante solo lleva al despacho los intereses de su representado. Siempre es el artista el que pone los puntos sobre las íes y esto debería volver a ocurrir al toreo.
Así volvería a mandar el que se juega la vida.
¿Por qué me he tirado 14-15 años sin torear con los hijos de Manolo Chopera? Porque querían ponerme precio. No señor. El precio me le ponía yo, no me le ponía nadie. Me he tirado muchos años sin pisar sus plazas y no ha pasado nada. Falta la soberbia y el valor, que me descubro viendo el que tienen en la plaza, para llevarlo al otro sitio, a la negociación. Falta ser capaz de no ir a un sitio porque crean que no se respetan sus condiciones.
Otra cosa que no entiendo, debería cambiar, que valga lo mismo un espectáculo que otro. No entiendo que en el abono de Madrid valga lo mismo una corrida que otra sin demérito de los toreros pero el caché de los toreros no es igual.
Madrid no tiene una taquilla como otras plazas y las figuras viven de esos cuarenta toreros de relleno que les garantizan a las figuras sus honorarios. Esto tampoco lo entiendo yo.
Volviendo a su ejemplo. No vale lo mismo Plácido Domingo…
Que El Chulo de Lavapiés, exacto. A lo mejor canta mejor pero no es lo mismo. Cuando he ido a la ópera según el reparto no vale igual y puede haber una diferencia de un cien por mil. En los toros habrá que contemplarlo pero no le interesa a nadie.
¿Por qué?
Esto obligaría a reconocer la atracción de ciertos toreros que es lo que ha hecho José Tomás. Ha obrado magistralmente demostrando que no solo despierta interés su corrida si no que es capaz de conseguir un abono inconcebible en ciertas plazas de toros. Éste es el mérito de los toreros, ponerse a prueba en su dimensión económica que debe estar contrastada con la artística. Eso es lo que no quiere demostrar el sistema porque se convertirían los empresarios en meros gestores, no podrían manejar los dineros que manejan estando supeditados a la voluntad de los toreros y no como ahora.
Un empresario pequeño si el torero no lleva gente se lleva el golpe él.
Se lo lleva si contrata a una figura del torero, ése no perdona. Al resto le liquida lo que él quiera. Cuando tú me traigas un contrato en el que ponga la cantidad estará el torero en condiciones de exigirle al empresario lo que ha pactado. Mientras en los contratos ponga “la cantidad convenida”. Si vas a un juez y dices que no te han pagado y enseñas “la cantidad convenida” éste te dice que te vayas porque no puedes hacer nada con eso.
Que en un contrato ponga “cantidad convenida” demuestra la nula fuerza. Es un contrato que solo obliga a torear al torero, es indecente. Ahí la autoridad o alguien debería exigir que se pusieran lo números para que el negocio se adecentase. El gran problema de esto está en el contrato.
Desde luego.
¿Cómo esperas que te traten bien si en el contrato pone lo de “la cantidad convenida”? Si voy a comprar un coche lo primero que te piden es una entrada. Aquí hay un señor al que mandas los contratos y no te los devuelve hasta que liquidas. Si ese día no se dan los toros no tiene el torero el derecho a reclamación y ha perdido una fecha que sería clave en su temporada. Mientras esto esté así no puede cambiar nada en el toreo porque no es riguroso ni serio el tratamiento contractual de los toreros.
El torero es culpable.
Claro. Yo no estaba en la Asociación, me quité por problemas de que no me defendieron. Tenía mi propio contrato de 7-8 páginas donde especificaba la cantidad, los toros a matar y muchas veces hasta los números de los toros. Cuando he entrado a un bazar hay objetos de todas las clases igual que si entras en una ganadería. Si a mí me han reseñado unos toros son estos los que voy a matar y no los que se inventa nadie. Muchas veces te sueltan la excusa y te los cambiaban. Esto deberían hacer los toreros. Un señor que se juega la vida debe saber lo que va a ganar y los toros a matar. Todo lo demás es un abuso aún reconociendo que de esto tienen la culpa los toreros.
Volvamos a “Autorretrato”. Hace 35 años ya responde que la fiesta no está en decadencia, ¿ahora igual?
Según el criterio de la sociedad esto es un espectáculo que nace ya bajo sospecha de declive. Los propios ilustrados, cuando se consolida el espectáculo como tal ,dicen que a esto le quedan tres minutos porque es una fiesta bárbara que se irá al humanizarse la sociedad. Esto es el gran misterio. En el siglo XXI un espectáculo que se ha preservado en esencia durante más de 300 años tal y cómo se concibió, ha habido cosas que han prosperado, demuestra que el encanto del espectáculo es que es temporal.
La sociedad evoluciona en una dirección y las claves del espectáculos hablan de otra forma de percibir, de sentir, de imaginar el mundo.
También hablaba de como pelear frente a otros espectáculos como el fútbol.
Y no tenía la fuerza de ahora. Domingo Dominguín, al que admiro porque fue un visionario y dijo cosas que se han cumplido. dijo hace 60 años algo de lo que se reía la gente pero se ha cumplido. Dijo que el toreo era un espectáculo maravilloso en manos de gente mediocre y que el fútbol era un deporte de medio pelo en manos de gente brillante. Cuando él lo dice el toreo estaba por encima y mira ahora.
En esa entrevista señala que le daba vergüenza decir lo de soy torero.
Ahora es lo contrario, lo llevo con rebeldía. Antes me daba reparo, rubor, porque parecía que molestaba. Había gente sensible. Ahora lo llevo de otra forma. Hay una actitud de rebeldía en la que nadie me puede contestar una actividad legal, bendecida por la autoridad, lícita y que además, lejos de generar violencia, contribuye a una sociedad más cívica, más humana, mejor relacionada. Nunca he visto policías alrededor o dentro de la plaza, no veo al público aislado con vallas… Cuando las cosas no salen bien protestan con una educación y un civismo que querría yo para otros espectáculos.
Luego está todo lo demás. La salida del espectáculo cuando la euforia de una gran tarde ha desbordado los tendidos no provoca a gente destrozando mobiliario urbano y sí abrazos. Los que eran de un torero, cuando ven al otro consumar una faena, lo reconocen y disfrutan con todo, algo impensable en el fútbol. Los toros nos hacen mejor persona y si los antis hubieran podido demostrar que esto crea gente turbia, personalidades deformadas, que contribuye a la formación de maleantes y delincuentes o psicópatas, ya habría cerrado el toreo hace años. Esto me hace llevar lo del toro contra los antis en actitud de rebeldía, no soy tan educado como era antes.
Otro punto que decía es cómo el toreo te enseña a convivir con la muerte en tiempos de negarla. Ahora lo podemos extrapolarla a ahora que la tenemos tan presente con el virus.
La sociedad se ha conmovido cuando la muerte, de repente, ha llenado los telediarios. La teníamos empapelada, nos habíamos abstraído de ella. Los taurinos lo vivimos con normalidad, no hay psicosis. El aceptar la muerte es una de las condiciones que pueden hacer feliz al ser humano. Cuando la aceptas te das cuenta que estás vivo. La gente que banaliza su tiempo, su vida, se va de este mundo sin saber que ha pasado por él. El que es consciente de su fin, el que es consciente de que es un ser finito, saca más jugo a la vida y saca mejores relaciones con el resto de los mortales.
El toreo incide mucho en esto. Ese torero que evoca al héroe que todos queremos ser saliendo al paso al destino, lo que evita todo ser humano, es un ejemplo de vida. Cuando uno sale de la plaza de toros, al margen de la obra artística, ve que no hay nada bano en una plaza de toros por la presencia de la muerte.
Las dos últimas son las más peculiares. Usted dijo que si se tuviera que reencarnar en alguien sería en el Pato Donald.
Si me tuviera que reencarnar en alguien sería en la intranscendencia. Sería en un tipo divertido que no le diese importancia a las cosas, que pareciese como Donald que parece un tipo cabreado, encendido, que en el fondo es asequible. Es la cuestión filosófica que encerraba mi respuesta.
Muchas veces me dicen que por qué me gustan los cactus y es por la similitud con mi forma de ser. Puede parecer, desde fuera, que hiero, que voy erizado de púas y por dentro es todo agua, todo ternura. El Pato Donald igual, es una versión más asequible al espectador. Ese fulano enloquecido que en el fondo es o quiere ser un tipo sensible.
La última, ¿el peor recuerdo de su vida es el servicio militar?
Sí pero ha sido algo malinterpretado muchas veces. No soy antimilitar pero lo de la vida castrense no lo he entendido en la vida. He sido un tipo anárquico como todos los artistas. De repente encontrarme rodeado de un orden preceptivo, de obligaciones, de cuestiones que me imponían y que no me demostraban para qué… Fue un año de mi vida en el que no saqué ninguna experiencia, viví torturado y la mediocridad del cuartel era tan abrumadora que si tengo que hacer un año más quizás hubiera sido prófugo.
En ningún caso tengo nada contra el mundo militar. Es como si yo cojo a un militar y le obligo a ser torero, hubiera sido la experiencia más desagradable de su vida. Es una inversión de caracteres, no concebía yo aquello. Tuve que ir voluntario con 17 años y me rompió los esquemas, lo pase’muy mal. Veía que se me iba la profesión, América… La mediocridad de la que vivía rodeado, ver como alguien totalmente inservible para la sociedad se recreaba, se regodeaba maltratando a un centenar de chavales. Aquello me sublevaba. Nada tiene que ver esto con el espíritu militar del que participa, de alguna forma el toreo.