Hablamos con Julián García
El toreo vive en una monotonía en la que quedó atrás la figura del torero tremendista. En una de las épocas más gloriosas del toreo, años 60-70, un torero albaceteño que adoptó Valencia cautivó a la gente con un pase inverosímil (ver foto). Su personalidad y su carisma hicieron que la gente acudiera a la plaza a ver a Julián García quién conquistó también Madrid. Un torero diferente.
¿Cómo lleva el confinamiento?
Bien, gracias a Dios estamos todos bien de salud. Encerrados, cada vez lo llevamos mejor al poder ir saliendo de vez en cuando.
¿Cómo cree que va a afectar lo que estamos pasando al mundo del toro?
Está afectando ya mucho. Sólo hay que ver cómo los ganaderos están teniendo que mandar muchos animales al matadero por no poder lidiarlos y por lo mucho que cuesta darles de comer.
¿Qué cree que debe hacer el mundo del toro para hacer frente a esta crisis?
Es necesario que todos estemos unidos para su defensa. Debemos hacer entender a la Administración que esto es cultura y que mucha gente vive de ello. Todos debemos arrimar el hombro para lograr el respeto que merece una profesión que es cultura pura.
¿Cree que el toreo debe cambiar cosas para afrontar la crisis?
Todo. Las plazas cobran un arrendamiento bárbaro, los toreros deben adaptar sus cachés a la crisis igual que los empresarios. Todas las medidas deben hacerse mirando al espectador, es necesario facilitarle las cosas porque la crisis también les va a afectar a ellos.
Entre las medidas que se han propuesto está la de la Junta de Andalucía basada en reducir el número de integrantes de las cuadrillas.
No creo que eso vaya para adelante porque son hombres necesarios para el torero. La reducción no supone tanto y la baja de un picador debe ser sustituída por alguien y puede pasar.
¿Y dar toros sin público?
Creo que ningún empresario sería capaz de dar los toros con nadie o con una entrada muy público. Sé que los toreros son capaces de todo por la fiesta pero creo que no sería viable. Además, el público es esencial en el conjunto del espectáculo, ¿quién va a querer televisar algo a plaza vacía?
Dice que el torero es capaz de todo por defender esto pero, ¿se motivaría igual sin público delante?
Depende de cada torero pero cuando no había público yo me venía abajo. Eres profesional, cumples pero no es lo mismo sin el público.
¿Cómo era su Valencia cuando empezó usted en esto?
Era una maravilla. La plaza está situada en un lugar estupendo y había ambientazo en las novilladas de cada domingo, en los festejos de Julio… todo ha cambiado mucho.
La Feria de Julio, en esa época, ¿más importante que Fallas?
Sí, sin duda. Las figuras toreábamos una como mucho en Fallas y dos en Julio. Se daban 10-11 festejos y era de las ferias más largas e importantes de España. En esa época los toreros íbamos queriendo levantar la temporada. La plaza está bien situada, diría que de forma inmejorable, y no puede estar como está.
En esta situación creo que los toreros valencianos ya no apasionan.
Claro. Hay figuras como Ponce pero la gente ya empieza a querer cosas nuevas. Valencia siempre ha tenido 1-2 toreros dando la vuelta a España y ahora mismo no los tiene. Cuando salga un torero con interés será muy fácil pensar que la plaza se llenará.
Usted era tachado como tremendista en su toreo.
En el toreo tiene que haber variedad. Había en mi época tremendistas y artistas y con tanta figuras tenías que arrear. Ahora son todos muy parecidos y se abusa de la longitud de la faena, más, cuando son todos iguales. La gente quiere variedad y falta personalidad, aunque sean muy buenas figuras las que hay.
Defíname tremendismo.
El torero tremendista es tan consciente como el que más. Los toreros tremendistas necesitamos pasarnos el toro cerca, ahí tiene el caso de José Tomás. Los tremendistas somos felices pasándonos el toro cerca y eso llega arriba.
Ese tremendismo desataba emociones en los públicos.
Sí, de la mano del toro que se movía más. Eso generaba emoción arriba y se llenaban las plazas. Sin emoción el toreo no es nada. La gente que va a los toros va a emocionarse, con la duda de saber qué va a pasar.
Sobre ese tremendismo usted llenaba plazas.
No sé si fui buen o mal torero, que lo juzgue cada uno. Lo que sí que sé es que nadie tenía que salir defraudada conmigo porque no me entregara. Cuando invento “El reclinatorio” paso de no ser conocido a torear casi 60 novilladas. Sé que era un pase muy arriesgado pero al público no se le defrauda nunca.
¿Cómo inventa ese pase?
Había que darse conocer. Salí de la mili y no me conocía nadie. Fui a ver a mi tía y estaba en una sillita como las que yo usaba, sentada. Se lo pedí. Con un banderillero, que me hacía de toro, lo probé diciendo que me cogiera si no lo hacía bien. Me pongo y salió bien, decidí hacerlo. Me llamó loco pero me callé y lo hice en la primera novillada que me anunciaron. El reclinatorio me lanzó y eso ha quedado recogido en El Cossío.
Eso enfrenta a las ideas puristas.
Sí pero luego había que torear. En Valencia crucé, de rodillas, el toro toreando de lado a lado, la gente se acuerda. Era una época de grandes figuras pero hacía falta variedad y yo tenía que torear. Después sacó El Cordobés el salto de la rana. A los toros hay que torearlos bien, que duda cabe, pero la variedad siempre cabe.
¿Qué pensaban sus compañeros?
Veía caras de todo tipo pero me respetaban porque yo también lo hacía respetando a mi profesión. Sabian que me ponía de verdad y eso era lo importante.
Me hablaba del disfrute de pasarlo cerca. Cuando ya uno encuentra su sitio, ¿no le salió el instinto de conservación?
No, las cogidas son inherentes al toro y esto es cuestión de suerte. Yo tengo 22 cornadas pero ninguna fuerte, el toro coge igual a artistas que tremendistas. El toro no te coge porque te arrimes, te coge cuando no estás colocado en tu sitio, cuando no le haces las cosas bien. Si fallas, te echa mano por culpa nuestra.
¿Le costó Madrid?
Sí, era tremendista y encima me llevaba la empresa. Finalmente entré pero me costó. Tú llegas allí y todo el mundo te habla de su importancia y te saca de tu personalidad, de tus ideas. Cuando fui madurando aquello, y fui como soy, triunfé.
Me pasó con el tendido 7, un tendido que es necesario y que debería estar en todas las plazas, que brindé el primer toro y me la montaron porque decían que era chico. El segundo era de 680kg, un sobrero de El Pizarral, y me volví hacia ellos “para joderlos” diciendo que tampoco ése le querrían. La gente voceó diciendo que ese toro sí era para brindar. Yo me fui a la barrera pero le terminé brindando y le corté la oreja.
¿No cree que hemos perdido la pasión con el público?
Sí, también hemos perdido los quites. Ahora veo besos y abrazos, en mi época todos te querían quitar del medio. Me parece muy bien que se lleven bien pero los quites hay que hacerlos. Toreando con El Cordobés se me cruzaba su banderillero, Garrido, para que no hiciera el quite. Se lo dije y aquello no se repitió más. Tenía que dejar claro a la gente que yo no me iba a achicar. Ahora no lo veo, ahora veo que los que no son figuras se achican al torear con ellos.
El maestro nos relata un episodio importante en su carrera.
Yo estaba con la empresa de Madrid pero me equivoqué al no irme con los Lozano. Me hicieron una oferta muy importante tras torear cinco tardes seguidas con los diestros suyo que eran Palomo y Luis Miguel. Salí a hombros en Palma, Vinaroz, Jerez, Barcelona y corté dos rabos en Huelva. Al llegar al hotel en Huelva me hizo una oferta muy importante José Luis Lozano pero estaba a gusto con la empresa de Madrid y le dije que no, seguramente me equivoqué.
Madrid, Valencia, Palma, Barcelona… ¿qué se siente cuando se logran triunfos así?
Imagínate lo que logró aquel chico que se vino a Valencia siendo pastor en su pueblo. Fue tocar el cielo.
Con una generación, ya ha dado los nombres de El Cordobés, Palomo y Dominguín, descomunal.
Toree con figurones como Camino, El Viti… Faltaba, eso sí, variedad y eso me vino fenomenal con el reclinatorio.
¿Por qué hemos perdido la variedad, no solo a los tremendistas?
A las escuelas las respeto pero no estoy rotundamente a favor. Estuve en la escuela y toreó un chico de rodillas pero al día siguiente no. Le pregunté y, con reticencias, me dijo que el director le había dicho que eso no lo hiciera. Al torero le puedes enseñar la técnica pero no le puedes quitar la personalidad. No puedo decirle al torero que sea como yo, eso ya lo he sido yo. La técnica es básica para que desarrollen lo que tienen en su cabeza. Las escuelas les evitan capeas como tuve que ir yo pero son todos iguales.
Estoy seguro que si saliera uno como usted despertaría críticas pero también pasión.
La crítica es buena, eso hace que vayan a verte. A mí la prensa me ayudó mucho porque algunos me daban caña y otros me alababan. Me acuerdo que me viene un hombre de Murcia y yo no había ido nunca. El hombre traía el recorte de prensa de una entrevista y Cascales, muy buen torero, decía que le escribían a él pero a mí, sin torear, me daban hueco sin ni siquiera pisar la feria.
Me reafirmo, impactaría.
Creo que sí. La fiesta se mantiene, y es duro que te lo diga un torero, con la salida de un torero y la muerte de un figurón. Manolete está haciendo quites a la fiesta, igual que Gallito, Granero… Es duro que lo diga un torero pero la realidad es la que es, la gente va a la plaza con la emoción del qué pasará.
Sobre la base de la variedad como usted decía.
Tú puedes tener algo bueno y si te lo repiten, te hartas. El marisco y la paella son muy buenos pero si no comes otra cosa, te hartas. Esa variedad y la competencia son necesarias, en la plaza te debes querer comer al otro, en la calle da igual.
A mí me daba lo mismo el toro que íbamos a lidiar, me preocupaban los compañeros, sabías que tenías que salir a comértelos o te quitaban del medio.
¿Existían ya lo vetos?
Eso ha existido siempre y es normal, aquí nadie te regala nada. Todos teníamos que salir a darlo todo para poder comer del pastel que hay a repartir. Si tú te entregabas y mordías, te hacían hueco. Eso está pasando ahora con Roca Rey, todos quieren torear con él.
Maestro, voy terminando, ¿una vida feliz en el toro?
Encantado. He sido lo que he querido, torero, y estoy vivo. Con los dolores típicos de la edad, que van y vienen pero feliz.
¿Se siente reconocido?
Sí, de momento me siento reconocido por ti (risas). Me siento feliz por haber conseguido más cosas de las que pensaba. Yo vine a Valencia tras ser pastor de ovejas y no había visto nunca a tanta gente junta. Llegué donde llegué y tengo una familia que me quiere, no puedo pedir más.
Su hoja de servicios ahí está.
Ahí está, eso es así. Habré podido gustar más o menos pero el que quiera, que eche cojones y se ponga de rodillas en la silla. El que lo haga comerá de esto.
Pues que venga pronto, falta hacen.
A torear se aprende con el tiempo, yo ahora estoy aprendiendo y estoy retirado. Lo que sí está claro es que hay que arrimarse, el torear se aprende con el tiempo. Lo que no se puede pretender es torear como Ponce desde el primer día, hay que arrimarse y luego tener tu propia personalidad.