Hablamos con Joaquín Bernadó.
Hoy, gracias a Miguel Ángel Moncholi por su amabilidad, viajamos hasta Canencia para hablar con el mejor torero catalán de la historia, Joaquín Bernadó. Ese título, en una de las cunas del toreo, se cimentó en 250 tardes en La Monumental y éxitos por todo el mundo. A esa gran carrera, que desgranamos, hay que unir su labor en la mejor Escuela de Madrid y como la voz del toreo en Telemadrid. A disfrutar.
¿Cómo lleva el confinamiento, maestro?
Bien, mi vida desde hace 4-5 años, cuando terminé mi colaboración con la Escuela Taurina de Madrid, se reduce a luchar contra el problema que tengo de salud. Estoy en mi casa con mi mujer y cuento con la visita de mis hijos cuando el trabajo le deja. Con 85 años estoy luchando contra el tiempo, que ya es algo.
¿Cómo cree que va a afectar el virus al mundo del toro?
El mundo del toro estaba antes del virus cómo si se estuviera oliendo de que iba a venir una racha peor. Espero que todos los taurinos se unan y luchen contra el lugar que ocupa la Fiesta, debe estar mucho más arriba.
¿Qué cree que debe cambiar el mundo del toro?
Algo debe de cambiar pero yo me aparté del toro hace 4-5 años y mi vida se reduce a mi casa, con mi mujer.
¿Por qué quiso ser torero?
Mis padres me inculcaron su pasión por la fiesta de los toros, tenían dos abonos y no nos perdíamos ningún festejo de los que había en Barcelona. En esa época, 1942, que es cuando yo empecé a ir a los toros había muchos festejos y tengo claro que el que me llevaran hizo que naciera mi deseo de ser torero.
¿Cómo recuerda su período de novillero?
Un período muy bonito de recordar desde mi debut en 1953 hasta mi alternativa en el 56. No sólo fue bonito para mí ya que antes había salido Chamaco cayendo muy bien en Barcelona. A mí me había lanzado Vistalegre y Don Pedro Balañá decidió emparejarnos a los dos y estuvimos unos cuantos años, de novilleros y de matadores, haciendo muy buen papel. Éramos distintos y había una gran competencia, eso hacía que las plazas se llenaran.
Cada uno a nuestra forma, con nuestro concepto, llamamos más la atención. Date cuenta que toreabas un domingo y veías, en una tablilla por el callejón, que nos repetían el jueves y lo mismo pasaba el jueves de cara al domingo. El otro cartel que veías era el del “no hay billetes” en la taquilla. Para las empresas fuimos un filón y para los toreros también, porque cuando una pareja llama tanto la atención en taquilla a los de alrededor les cae algo bueno.
En esa etapa de novillero usted entró muy pronto en Sevilla.
Yo toree en La Maestranza de novillero varias veces, también en festivales en homenajes al cuerpo aéreo con un gran ambiente. De matador he toreado también mucho matando la de Miura. Para no ser andaluz creo que he toreado mucho y me han cogido muy bien.
En su carrera hay varias grandes faenas pero Madrid recuerda una inolvidable ante un toro de Alonso Moreno de la Cova.
Fue una gran satisfacción porque torear un toro tan bien y en Madrid te abre muchas puertas.
Todo esto que hemos hablado deja claro que hablamos con el mejor torero de la historia en Cataluña. ¿Qué se siente maestro?
Lo primero que siento es la satisfacción de haber sido torero, haber podido viajar por el mundo gracias a ello. Me siento muy satisfecho por ello porque, por mucho que quieran derribar la Fiesta, mi nombre ha quedado.
¿Cuántas corridas ha toreado en La Monumental?
250 corridas de toros.
Casi nada.
Ya ves, casi nada. Eso queda ahí y por desgracia nadie lo va a superar.
Usted es un torero artista.
Yo quise ser torero, y luego toree con él, viendo a Domingo Ortega. Admiré mucho a Pepín Martín Vázquez y creo que esos espejos en los que he mirado ayudaron a que lo que salía natural en mí tuviera ese concepto tan bueno.
Sevilla, Madrid, Barcelona, su cartel nadie se lo va a borrar pero hay otro lugar en el que usted sentó cátedra, México.
También me acuerdo de los festejos que he toreado, 200. Tengo muy buenos amigos y grandes recuerdos porque, afortunadamente, en México tuve suerte, quizás por el ambiente, por el temperamento del toro, por el temple del animal que me venía tan bien a mi toreo, de tener grandes triunfos.
Una época en la que compitió con lo más grande del toreo mexicano.
Sí, llegué a torear en el campo con Arruza pero en la plaza toree con Silverio Pérez, con Fermín Rivera, con Lorenzo Garza en su última reaparición, toree la despedida de El Soldado. Eran toreros míticos que tuvieron antes de la guerra en España un gran cartel. Luego toree con Joselito Huerta, Alfredo Leal, con El Calesero que toreaba maravillosamente con el capote, con los principios de Eloy, de Manolo Martínez…
Era una competencia enorme con toreros a los que España quizás no ha visto torear tanto pero que eran grandes figuras. Había una rivalidad enorme entre toreros con el aroma del España – México.
¿Eran muy complicados los viajes en esa época?
El primer año que fui a América fue en 1957 para la inauguración de la Plaza de Cali. Fui con Gregorio que también toreaba en la feria. Aquello era eterno, parecía que no íbamos a llegar nunca, tardamos 32 horas, nada más.
Me hablaba de la competencia con los toreros mexicanos. El pueblo mexicano es muy apasionado, ¿cómo le recibía cuando iba usted para allá?
La competencia era grande pero a los españoles nos quieren mucho, se sienten muy españoles y nosotros, yo por lo menos, me sentía muy mexicano.
Y al volver a España le aguardaban unas auténticas fieras.
Desde luego que sí. Yo he toreado con Luis Miguel, con Diego Puerta, Manolo Vázquez, Pepe Luis, Paco Camino, Antonio Ordóñez que era lo máximo del toreo… Si miro la lista no te terminaría de decir.
¿Cómo era el toro de su época?
Tenía 50-60 kilos menos pero otra raza. Antonio Ordóñez lo definió una vez cuando le preguntaron lo mismo que tú a mí. Él contestó que en nuestra época había que decir al picador dale, ahora hay que decirle al picador que levante el palo.
¿El público era antes más duro o más entendido?
Más entendido. Dicho esto, la torería de Antonio Ordóñez, el poder de Paco Camino o la mano izquierda de Julio Aparicio, eso lo entiende todo el mundo. Puedes no ser aficionado pero viendo eso te aficionas.
Usted, al dejar los toros, comienza en la Escuela de Madrid.
Lo recuerdo con mucha satisfacción. Me siento muy feliz de que me hubieran llamado y por haberme podido mantener. Además de eso me producía tener claro que iba a hacer mañana, si me preguntas ahora no sé qué tengo mañana pero en esa época tenía claro que íbamos a tentar, a torear, o a entrenar, siempre tenías cosas que hacer.
Eso llenó mi vida y me permitió disfrutar el nacimiento de grandes toreros que también los hay como El Juli o Miguel Abellán.
También es usted la voz taurina de Telemadrid durante muchos años.
A Miguel Ángel (Moncholi) le tengo mucho cariño y agradecimiento. Contó conmigo al principio y luego encajé y hemos estado unos años en los que he disfrutado mucho con él.
Vamos concluyendo y repasamos los toros de su vida.
No puedo acordarme de uno sólo. Quizás hoy te diría uno y mañana otro porque la carrera fue larga.
¿Una carrera feliz en el toro, maestro?
Sí, el toro es lo más bonito del mundo. Cuando coges la muleta con la mano izquierda y le echas la muleta al hocico al toro, le traes toreado con la mano baja… Yo vi a Silverio toreando y toreaba con la mano bajísima, y si te hablara de Manolo González… Hay para no parar.
Debe ser un orgullo hacerse un hueco en un período tan glorioso.
Te deja satisfecho.
Precioso remate para una vida ya imborrable en la tauromaquia.