Hablamos con El Soro
Hoy hablamos con uno de los toreros más queridos de la tauromaquia. El Soro es un ejemplo de superación en la tauromaquia y en la vida y con él recordamos su grandeza en los ruedos pero también fuera de él. Con él conocemos cómo llegar a la gente y la necesidad de que el toreo se acerque al pueblo. Con el maestro, ejemplo de amabilidad, recordamos una carrera de figura indiscutible.
¿Cómo lleva el confinamiento?
Bien, lo llevo muy tranquilo. Por la cantidad de operaciones que he tenido me ha tocado estar confinado mucho tiempo. Por una operación de rodilla me tocó vivir un año entero en el hospital de Mapfre. No me ha costado mucho esfuerzo esto porque estoy muy acostumbrado y soy una persona a la que le gusta mucho el hogar.
¿Bien de salud?
Sí, estoy esperando una nueva operación. El Doctor Cavadas me va a operar de la rodilla, me quedan 2-3 operaciones. Me cuesta mucho trabajo moverme porque no tengo rodilla, me quitaron la prótesis para matar la infección. Estoy de la cama al sillón y al revés y parece que pronto me tocará pasar por el quirófano otra vez.
¿Cómo cree que va a afectar esto al toreo?
Mucho, esto nos debe servir para reestructurar todo el toreo. El toreo debe estar dónde no nos quieren, en cultura, siendo cómo es este arte una madre de culturas. Ahora están trabajando todos los sectores del toreo, bajo la patronal de la Fundación, en defensa de la tauromaquia. Todos juntos estamos trabajando en un nuevo Convenio que nos permita hacer frente a la pandemia y nos permita estar en Cultura.
¿Qué cree que debe cambiar en el mundo del toro?
Todos debemos cambiar algo. El Reglamento lleva muchos años obsoleto, hay que acoplarlo al siglo XXI. Hay que consensuar con el Estado temas como el IVA, los cánones, hay que abaratar todo. El toreo es el segundo espectáculo de masas, después del fútbol, y cómo tal aporta muchos millones a las arcas del Estado (150) y el toro en la calle (300), eso ayuda a la sanidad, a cuidar a los ancianos… Otros espectáculos como el teatro, que me parece muy bien, reciben millones de euros mientras que al toreo sólo le ningunean.
Hay un ataque mundial contra algo tan misterioso y tradicional como es la Fiesta. Estamos ante un espectáculo apolítico y nos quieren juzgar sin motivo. El toreo es identidad en los países en los que está y además genera muchos puestos de trabajo, no entendemos que quieran acabar con ello. Sabemos que todo esto viene marcado por países anglosajones que tienen empresas que quieren acabar con la identidad de cada país buscando que todos seamos iguales. Es importante la oración, no cuesta trabajo y es necesaria, y la unión de todos los elementos de la tauromaquia.
¿No cree que hemos hecho algo para estar tan débiles?
Sí, hemos estado muy dormidos. Esto que estamos viviendo nos va a ayudar a espabilar. No puedes colgar un cartel una semana antes y pedir a una familia con 1000 euros de sueldo que vayan a la plaza a pagar 80 euros cada uno. Tenemos que trabajar para que el espectáculo sea más barato: hay que bajar el IVA, el coste del espectáculo, los salarios de todos deben apretarse… Debemos trabajar para levantar esto y que todo el mundo trabaje.
Hemos estado muy dormidos y nos quitaron Olot, Barcelona, Lloret, Girona… ahora quieren Palma y no se ha hecho nada. Ahora en Bogotá, capital de un país hermano en el que César Rincón fue santo y seña, han prohíbido banderillear y picar y dónde no se puede hacer eso, Portugal, tampoco quieren que haya toros.
Nos quieren hacer a todos los países iguales y ahora estamos en un momento en el que todo está al revés, parece que todo vale, y eso no es así. El mundo del toro está mirado por lupa aunque no debería ser así.
Maestro, usted conectaba mucho con la gente, ¿por qué se ha perdido esa conexión?
Habría que dar un tirón de orejas a muchos de mis compañeros. Ahora vas a hacer una entrevista a un torero y te pasan con su jefe de prensa. En los 70-80 no teníamos móviles pero se hablaba con centralitas o fijos y rápidamente le daban el recado al maestro. Cuando volvía el maestro Viti, Camino, Puerta u Ordóñez te atendían. El toreo es un misterio que debe ir acompañado de romanticismo, de bohemia pero también de comunicación. Estamos apartados de la sociedad.
Las televisiones nos niegan el pan y la sal, empezando por Televisión Española. Antes teníamos toros en Telecinco y Antena 3 y ahora no hay en ninguna. En las autonómicas hemos perdido Canal 9 y ahora sólo subsiste Castilla la Mancha.
Hay que llevar el toreo a las escuelas y las escuelas al campo, los niños deben saber que el toro vive como un rey. Debes enseñarle el cariño que reciben, la sanidad que reciben y su muerte luchando por su gloria y con la ocasión de ganarse la vida en el ruedo.
No hay una profesión cómo ésta, una profesión que se juega la vida por el arte, por valores, por una filosofía de vida. No hay una profesión más culta que la tauromaquia, con más valores y principios. A las nuevas generaciones no se les enseñan valores. Respeto a Master Chef, por ejemplo, pero no aporta nada a la sociedad cómo el toreo sí aporta valores.
El toreo muestra cómo, con sacrificio, cualquiera puede ganarse la vida y prosperar. Nos quieren tratar a todos iguales y no lo somos. El toreo es de personas de otra galaxia, es increíble que creemos tanta belleza con un capote y una muletita olvidándonos de nuestra propia vida. Eso ha inspirado a muchos artistas, somos la madre de muchas culturas.
¿Por qué se ha perdido competencia en los ruedos?
Tenemos toreros extraordinarios. Echo de menos que José Tomás hiciera una temporada más larga. Entiendo que está muy castigado pero me gustaría que compitiera 30 tardes con los Juli, Manzanares, Roca Rey… Las nuevas generaciones deben aportar frescura cómo ha hecho Roca Rey. Las generaciones nuevas aportan al toreo piques, amor propio, aprietan a las figuras.
Hay grandes figuras como Juli o Perera pero hay que salir a la calle más, hay que enseñar lo que se hace en la plaza. No puede ser que se encierren en una cúpula, la gente debe tocar y ver a sus artistas. Los toreros deben darse una vuelta por las peñas, son los que van a la plaza y pasan por taquilla, se merecen el reconocimiento y cariño. Eso crea afición pero estamos apartados, hay que dar un toque a mis compañeros en eso. Me parecen muy bien los jefes de prensa pero el pueblo debe tocarnos, vernos para que vayan a vernos.
Si no te tienen, no te ven, no te tocan y no sales en los medios, esto se muere. La gente no tiene memoria, debes estar presente, te tienen que ver. Hay que hacer cosas nuevas, actos culturales, y no irte a tu finca recluído. Si Dios te ha dado la opción de ser ricos debemos dar las gracias al toreo y hacer más por él. Hay que dejarse tocar, hay que dejar sitio a los nuevos y devolver al toreo lo que te ha dado.
¿Cómo logró usted esa conexión con la gente?
Yo soy un torero muy humilde que se crío en una casa muy humilde que vivía de la huerta. Había que trabajar mucho para sacar la casa adelante. Mi madre parió 12, vivíamos 9 y para vivir había que trabajar mucho. Eso, con toda la humildad del mundo, te hace ser así. Yo iba al mercado y trataba mucho a la gente. Creo que el carácter influye, me gusta la conversación, la convivencia, estar con la gente.
“Toros con El Soro” mi programa de radio, busca conectar con la gente, abrir la tauromaquia a otras artes. Hemos tenido a Julio Iglesias, a Vargas Llosa, pronto entrevistaremos al Rey y a Su Santidad El Papa. Han pasado grandes artistas, del toreo y de otras artes. Hemos hecho el apostolado de tratar de acercar el toro a públicos a los que no llega el toreo.
Nosotros entregamos cada año unos premios que otorga un jurado de toreros cómo Ricardo de Fabra, Gregorio de Jesús, Manolo Méndez, Paco Arévalo que es hijo del cuerpo. Hacemos dos comidas, una por feria de Valencia, y luego hacemos una entrega de premios cómo si fueran los Goya. Hacemos todo altruístamente.
También ayudamos a los toreros, les damos consejos, les llevamos al campo… Cuando uno ha recibido tanto del toro tiene la obligación de devolverle parte de lo que ha recibido.
Maestro, usted revoluciona los ruedos, ¿le costó el rechazo de los ortodoxos?
Sí, yo soy un torero de la huerta, de un pueblecito llamado Foyos. De la huerta fui, soy y seré. En Valencia había una sequía tras Santiago López, De Fabra y Julián García y no había el fulgor de toreros que arrastraban masas. Fue la época de la Transición, cambió España, y la gente se identificó con El Soro, con mis defectos y virtudes. Fui llevando mucha gente hasta llenar 18 novilladas en Valencia. El Sorismo se convirtió en una Religión, sigue viva esa religión, y me considero ídolo de Valencia. Fui torero de todas partes pero adoro a Valencia y ella a mí. Con Córdoba, fueron las dos plazas que me lanzaron.
Yo llegué al toreo teniendo mucha hambre, éramos muchos en casa, y tenía que salir a por todas. Ganar la partida a Paco Camino era imposible y yo lo sabía. Vencer a Ojeda, Dámaso, Manzanares… era muy difícil. Había una gran cantidad de toreros tremendos cómo Julio Robles y había que inventárselas. Mi generación: Espartaco, Juan Mora, Yiyo… sabía que tenía que dar todo cada tarde para hacerse un hueco. Tuve siempre claro que mi sitio era el cartel de banderilleros y tenía que salirme de la monotonía. Si todos banderilleaban para adelante, yo para atrás (La Moviola); si todos banderillean al cuarteo, yo dando vueltas (El Remolino). Traté de inventar, aportar. Aquello no cayó muy bien a cierta prensa, decían que era circo, atletismo… A mí me fue muy bien y la gente disfrutaba conmigo.
Con los años me ha reconocido mucha gente. Yo tenía variedad pero sabía torear a un toro cuando se podía, teniendo claro que no era Antonio Ordóñez. Es muy bonito que todos no seamos iguales, eso llena. La personalidad mía conectó y me fue muy bien. Mi historia está escrito y le tengo que dar las gracias a Dios por dejarme sacar adelante a mi familia, por viajar y ya estoy en la historia por muchas razones: Por la muerte de Paquirri, por la de Yiyo, por lo que hice. Mi nombre ha quedado y no todos serán tan recordados cómo yo.
Hace dos años le vi en La Sierra madrileña y la gente le sigue queriendo, ese cariño queda reflejado cada día. Lo que si tengo claro también es que el tiempo le está reconociendo también taurinamente hablando.
Claro. Nosotros matábamos todos los encastes, no sólo Juan Pedro, Cuvillo y Victoriano. Pablo Romero, Tulio, Palha, Cuadri, Juan Pedro, los patas blancas, los Galaches, Murubes, Contreras, Santa Colomas, Hoyo de la Gitana… matábamos de todo y eso hacía que se mantuviera la gran riqueza del campo. Ahora sólo hay sota, caballo y rey y eso hace mucho daño a los ganaderos.
Es verdad que se matan las que embisten pero en mi época había ganaderías que embestían y otras no pero cuando no embestían, embestías tú. Eso hacía que hubiera una gran riqueza genética, de encastes. Desgraciadamente hemos perdido muchos encastes y eso es una gran pérdida genética que añoraremos mucho en próximos años.
Maestro, cuando usted decía que su nombre ha quedado unido a Paquirri y Yiyo, ¿no le ha cansado que sólo se le asociara a aquello siendo una gran figura?
Aquello fue una lagrimita más en mi historia. He estado en carteles con varios muertos. Estuve anunciado en Sogamoso cuando murió Pepe Cáceres, no fui por cogida y entró Galán. Luego pasó lo de Paquirri y Yiyo. He visto morir a Soto Vargas, Campeño, Montoliú, Curro Valencia… He visto cornadas muy fuertes en mi vida, en las capeas… Es una profesión muy complicada, muy difícil… Mi trayectoria es la que es y yo no elegí estar en esos carteles pero la historia está ahí.
Mi compadre Luis Miguel Dominguín fue padrino de mi hija mayor y nos teníamos un gran cariño. Cuando murió Paquirri me refugié en Andújar, en su finca La Virgen, y allí maté muchos toros. Cuando murió El Yiyo se complicó la mente porque todo indicaba que el tercero iba a ser yo. El maestro me hizo la reflexión de que yo pude haber sido alguno de ellos, que afortunadamente para mí no había sido yo, pero que alguien se tenía que quedar para contarlo como le pasó a él la tarde de Linares en la que murió Manolete. Tenía que pensar que, cuando abrazamos esta profesión siendo niños, en ella entra la gloria, el dinero, la popularidad, pero también entra la muerte, las cogidas…
En letras chiquititas pero en el contrato que firmas ante Dios y ante la profesión está la muerte.
Maestro, ¿ha merecido la pena todo?
Sin duda. He pasado lo que he pasado y voy a por mi 62 operación. A pesar de eso, siendo un torero muy castigado, te digo que sí. He llorado mucho, he sufrido mucho, se han quedado muchas cosas por el camino… Hay una separación, se quedan muchas cosas pero hay cosas muy buenas. Cuando uno recuerda, cuando trabaja sus emociones y su corazón, se encuentran Vicente y El Soro y se ponen de acuerdo en construir una vida que es muy feliz.
Se me recuerda mucho, se me quiere y con mi programa taurino de Radio Intereconomía soy feliz y trabajamos en hacer un programa taurino en 13. Me gusta ir un paso más allá y defender la tauromaquia y sus valores. En televisión y radio está todo inventado pero siempre hay que aportar algo. Siempre he tenido mucho respeto a mi profesión, al público, a mis padres y cómo buen español siempre quiero que se me recuerde como una persona de bien.