Felipe Kingston “Al escuchar Las Golondrinas tuve emociones encontradas”.
El pasado domingo Las Golondrinas sonaron para un gran torero de plata, Felipe Kingston. Siempre he admirado como esa música tan estremecedora honra la figura de quién deja toda su alma en los ruedos ante el cariño unánime del público. Hoy hablamos con este legendario banderillero que nos muestra su discreción y orgullo tras toda una vida en los ruedos.
¿Por qué empezó en el mundo del toro?
Fue por tradición. Mi padre fue banderillero y un tío mío fue novillero. Los cuatro hermanos hemos sido banderilleros menos mi primo y un hijo que tengo que siguen en activo, todos nos hemos retirado ya.
Su padre no pudo verle en activo.
No, falleció cuando yo tenía 16 años pero yo tenía en mi pensamiento el ser profesional como él, nos llevaba al parque desde chicos a ver sus entrenamientos. De mis hermanos solo pudo ver a Lalo como aspirante.
Usted comienza también como aspirante.
Sí, a los 16 años de aspirante a banderillero. Uno se tiene que pagar, en esta etapa, sus gastos, sus alimentos y andar por donde te vaya mandando el sindicato.
¿No intentó nunca ser matador de toros?
No. Yo me juntaba con chirotes (se visten de mujer, payasos… ) y juegan así con las vacas. En dos o tres veces salí.
¿Con sólo esa “experiencia” arrancó de banderillero?
Sí.
Qué duro
Entrenaba pero no es lo mismo eso que ver la cara al novillo.
¿Cómo recuerda su primer día?
Con muchos nervios, pánico… No se dieron bien las cosas porque recuerdo que me quedé colgado de la barrera y no atinaba con los palos al morrillo. Podría hablarte de mucha inseguridad.
¿Se pasa miedo?
Sí. En mi tercer paseíllo no quise salir. Era una corrida de toros y al ver los toros avisé a las cuadrillas que no iba a salir por miedo, eso hice. Me juzgaron, me criticaron pero todo era por una fanta de experiencia y confianza en mí mismo.
¿Cómo reaccionó su hermano mayor ante esto?
Estaba allí y me dijo cosas como mariquitas y otras cosas similares. Me dio mucha pena y me tocó volver solo en camioneta mientras ellos se quedaron bailando.
Una noche dura.
Sí, me la tiré pensando en que no servía para esto pero lo superé y he estado 45 años.
¿Cómo logró superar el miedo?
Entrenando, aprendiendo cada día, viendo la cara al animal y preguntando a los viejos banderilleros para que me sacaran de dudas. Poco a poco fui funcionando hasta mi examen en La México con 20 años.
Aprobó.
De panzazo (risas). Luego ya me coloqué con el maestro Miguel Espinosa 20 años.
En España se está empezando a hablar de la figura del aspirante, ¿cómo lo ve si a la tercera le meten ya en corrida?
Me gusta cuando se está aprendiendo. Una vez aprendes la técnica debes cobrar lo tuyo como el que más.
Pero una corrida en su tercer festejo…
Fui pensando que era una novillada pero llegué allí y no pude.
Cómo hablábamos antes pudo y se colocó con el maestro Armillita, ¿cómo se unieron?
Me habló don Enrique Vargas, su primer apoderado. Me vieron y me llamaron. Les dije que estaba muy nuevo pero me dieron confianza y duré 20 años.
¿Cómo era Armillita?
Un fuera de serie. Clase, personalidad y se acomodaba con todos los toros. Era admiración verle torear pero, sobre todo, era muy buena gente. Pocas veces entrenó. Cuando fuimos a España en 1991 y 1993 íbamos a la Casa de Campo y agarraba el capote, muleta y espada pero sin excesos. Yo vi que llegaría a figura pese a que entrenaba poco.
En 1991 toreamos siete corridas y tras el festival (yo no estuve) toreamos 20. Fuimos a Nimes, Aire y Dax en Francia. Barcelona, Sevilla, Madrid…
¿Se acordaba de aquel niño que tuvo miedo estando con el maestro por el mundo ?
Sí pero veía que era otra cosa. Yo me he dedicado toda mi vida a esto. No me he matado entrenando porque me gusta el frontón y voy con amigos a jugar pero todo se encaminaba al toro.
Con el maestro estuvo usted hasta el final.
Nos separamos al despedirse pero aún fuimos a festivales como alguno en el que le cantaba ese monstruo, El Cigala.
¿Es difícil volver a colocarse tras retirarse él?
No. Andar con él me ayudó a colocarme hasta con José Tomás en su mano a mano con Arturo Macías. Con Juli, Castella y últimamente con César Rincón también.
En México he toreado con la mayoría despidiéndome con el maestro Fermín Rivera.
¿Qué se siente al oír las Golondrinas en Insurgentes?
Emociones encontradas. Siento que no me quiero ir pero mis pies me dicen que tengo 65 años y debo aceptarlo. Me dijeron que lo disfrutara y lo hice. Me dolió y no sé si entrará la nostalgia pero sé que cumplí.
Captura: Sentir Taurino. Imagen: Unicable
¿Da miedo pensar en lo que va a pasar ahora?
Sí, hay incertidumbre pero creo en Dios y le dije que acabé y que me ponga dónde él quiera que en el toro ya había terminado.
Ahondemos en su toreo. ¿Su punto fuerte?
Me preocupé mucho con el capote, me sentía que podía a los toros. Las banderillas eran para cuando se pudiera lucir y si no se podía, a otra cosa.
¿Qué torero fue el más exigente para usted?
El matador Zotoluco. Exigía más que ninguno.
¿Con el que más disfrutó?
Con el maestro Miguel. Nos dejaba hacer nuestro trabajo, nunca gritó, nos alentaba. Anduve con Manuel Caballero, bellísima persona. He tenido la fortuna de tratar de hacer bien mi trabajo. Al ver que haces las cosas bien no hay gritos.
¿Por qué se retiran a los 65, más tarde que en España?
Con 25 años de profesional puedes pedir tu retiro pero la Unión está atrasado con el dinero y nos hemos retenido. A mí me dijeron hace un año que me podía retirar pero pedí un poquito más.
¿Le quedó la espina de no venir más en España?
Es otra vida. Por lo económico es distinto. Aquí llega uno y dice que gana uno más que nosotros en 10.
¿Cómo lo aguanta compartiendo túnel de cuadrillas?
Es nuestra profesión. Se tiene que hablar con empresas y matadores porque nos jugamos la vida todos. No compensa lo que recibimos.
¿No molesta?
Lo tomo como un servicio el toreo en el que debo ayudar a los demás pero lo entiendo. Es otra vida allá, diferente. He conocido banderilleros con finca en España y da algo de envidia pero si Dios lo quiere no pasa nada.
Aquí no se retiran con la categoría de allá en cuanto al homenaje del público.
Eso compensa. Es una gran satisfacción ver que en México me dan permiso de retirarme donde me hice profesional.
Es complicado que en España pase eso.
He estado 45 años andando con los mejores pero no me creo mucho. Siempre he tenido la vocación de servir a los demás y ese cariño que he recibido es lo que más me llena.
¿En quién se fijaba como ejemplo?
En España me admiré por Montoliú. Le vi en Las Ventas con su facilidad como banderillero. El Pali es una persona grande y gran amigo
¿Y mexicano?
Ha habido varios. Jesús Morales, Juanito Vázquez que está de juez, Beto Meléndez y hay varios jóvenes que andan bien.
¿Por qué ha caído la fiesta en México?
Las empresas no tienen la profesionalidad de preocuparse por la gente que entra o no. Antes se llenaban las plazas, había escuelas…
El toro que no olvida.
Uno de Miura en Gijón con el maestro Miguel de 670kg lo tuve que banderillear.
El mejor recuerdo en una plaza de toros.
Muchos como estar en Sevilla, Madrid, La México…
El peor recuerdo.
Mis petardos (risas) cuando uno se cree más que los demás y el toro te pega una maroma y acabas en el hospital por creerse uno.