Emilio de Justo, Pablo Aguado… ¿Será el siguiente Alejandro Mora? El buen bajío de Malpartida.
Me confieso enamorado de nuestra España más tradicional. La España de la charanga, la verbena, los “forasteros” o los “de la (fulanita)”. La España del toro, el sombrero de paja, la nevera y el “maquillaje” en forma de toneladas de polvo que el sol te tatúa en la piel hasta el otoño.
Una de las “capitales” de esta querida España es, para mí, Malpartida de Plasencia. La primera vez que acudí allí lo hice buscando un coso portátil y me encontré “El Potro”. Lejos del pueblo, tras un camino de tierra, rodeada de sembrados y animales que ejercían de verdaderos dueños del coso.
A más de 40 grados, refugiados en la tela verde de la sombra, pudimos ver como Emilio de Justo bordaba el toreo, algo que nos hizo olvidar el jaleo de los órdenes de lidia tras la muerte agónica de un toro de rejones completamente asfixiado por el “calorcito” de los estrechos corrales del coso.
Años más tarde comprendí que ahí se había forjado un gran torero al que, poder ver allí, nos hizo disfrutar de un privilegio como el soñar que alcanzara lo que ha logrado. El “Hay un torero que no veas como anda”, “A ver si lo ponen en Madrid”, “No veas la que ha formado…” es un privilegio que nos regaló el cacereño.
Con el tiempo Malpartida puede presumir de haber visto a una gran figura.
Pues bien, llegó el 2016 y la llegada de Evaristo Olcina hizo que pudiera conocer mejor el pueblo. Pude ver como los “Vaquerines” eran los ídolos de sus paisanos y que su salida al ruedo era lo más esperado de la tarde. Pude ver cómo Morán (dueño del coso) recibía a los forasteros que alteraban la paz de sus ovejas y sembrados con la educación por bandera y el respeto de su pueblo. Además, pudimos ver a Pablo Aguado.
Sería fácil mentir ahora pero ese día bordeó los tres avisos que solo su apoderado logró evitar y ese día el que me gustó fue José Rojo, un sin caballos tan de verdad que merece mucho más. Dicho esto, Malpartida pudo ver a su segundo torero importante. El cariño del público, la forma de recibirnos, el sabor de cada minuto allí fueron inolvidables. Imposible no enamorarse del pueblo y su gente.
Y llega 2019, este año aparece un novillero de estirpe torera que se medirá con la historia familiar en el lugar donde debutara de luces su abuelo pero vamos más allá. Alejandro debe seguir, condiciones le sobran, el camino iniciado por Emilio de Justo y Pablo Aguado como los toreros importantes de los que se podrá decir “PUES YO LOS VI EN MALPARTIDA”. El sábado empezará a escribirse esta historia.
A estas alturas es fácil saber por qué soy un enamorado de esta “España profunda” que etiquetó mi amigo Mariano en la que nace el toreo, en la que se atreve uno a jugar a soñar ser empresario y en la que se ve la tauromaquia en su más tradicional historia. Sí, además de estos toreros actuaron otros que mi memoria, FRÁGILMENTE INTERESADA, ya ha olvidado.