A solas con El Glison. (Parte 1)
Hoy iniciamos un camino muy especial. Repasaremos una apasionante historia de vida de la mano de su protagonista, El Glison.
Con él, una madrugada de nochebuena, recorremos una trayectoria que deja claro la magnitud de este torero. Alaska, toreo en Armenia, la muerte en su cara… No te lo pierdas…
En mi familia tenemos una herencia genética de gran afición a viajar. Mis antepasados proceden de diversos países y han viajado por todo el mundo.
Mi apellido Gleason es irlandés y tengo ascendencia mexicana, española y francesa. Mi segundo apellido es libanés y judío. Mi papá nos inculcó desde niños el gusto por viajar.
¿Qué aprendió allí?
Los sueños se pueden realizar. En las conferencias que doy de motivación, superación, transformación de actitud enseño todo esto que viví. Mi primer sueño de adolescente era conocer Alaska y así lo hice, haciendo autoestop.
Ahora México es más peligroso. Cuando llegué a la autopista vi que todos tenían su letrero y yo puse el mío en el que se leía “Alaska”.
La gente se burlaba pensando que era un loco que buscaba algo imposible de lograr. Gracias a Dios no cambié el letrero y un coche me paró llevándome hasta Denver, eso suponía avanzar 500 km.
Cuando uno tiene metas grandes da pasos más grandes. Esa confianza en mi sueño me hizo avanzar.
Hice dinero en la pesca pero me volví de aventón -autoestop- sabedor de que era capaz como ya hice para ir para allá. Fue como una analogía de ir subiendo escalones en mi escalera del crecimiento personal, tengo claro que el que se frustra deja de soñar. Ese sueño cumplido me sirvió como gran experiencia que amplió mis horizontes.
En uno de esos primeros viajes toma contacto por primer vez con el toro.
Tras Alaska regresé a México para estudiar la carrera de Ingeniero Agrónomo. A la mitad de la misma decido dar la vuelta al mundo encontrándome la misma oposición que para Alaska “Eso es imposible” me decían.
Pedí un año de permiso y di la vuelta al mundo.
Fue otro sueño que se concretaba y que acrecentaba mi experiencia de vida. Dormía en la calle, en una tienda de campaña y llegué a Pamplona. Mi familia no era taurina pero sí tenía relación con el mundo del caballo.
Desde niño había montado, haciéndome jinete charro ejecutando “el paso de la muerte”, siendo también uno de los primeros caballistas de rodeo americano.
Luego empecé a gallear a los toros en las charreadas con cruzados de cebú que son agresivos y a veces bravean. Sabia correr por el fútbol americano y tenía la capacidad de quebrar.
Un paso previo a Pamplona
Cuando salía un toro bravo nos subíamos a los cajones para huir pero salió uno embistiendo a cuatro jinetes. Me quedé parado y cuando estuvo a cierta distancia le hice un quiebro como los que hacía en el fútbol americano. La sensación que me dejó al pasar a mi lado fue maravillosa.
Desde ese momento empecé a buscar a los toros bravos para jugar con ellos. Obtenía dinero como payaso de rodeo americano mientras lo compaginaba con la carrera.
Esa sensación vivida me hizo querer ir a correr los toros pero también estuve emborrachándome una semana. Como los toros los sueltan en la mañana andaba borracho y buscando mujeres por lo que no llegaba para correr. Una noche no tomé y salí a correr por fin.
Mucha gente va y no ven a los toros cerca pero yo sí pude correr a su lado. Me gustó y por la tarde fui a mi primera corrida en un ruedo. En la plaza pude comprender mejor que el toro es un guerrero, algo que los antitaurinos no logran comprender.
Estando ahí, me eché una botella de vino, toreaba Jorge Gutiérrez y muchos que andábamos viajando con la mochila traíamos una bandera de nuestro país por si algún paisano te veía y te ayudaba.
Había dejado mi mochila pero tenía la bandera y cuando cortó una oreja tras puntazo se bajaron mexicanos con bandera al ruedo y me nació la idea para darle la mía. Se la di, Jorge la tomó en sus manos y caminé con ellos a un lado.
Lo acompañé en el ruedo dando la vuelta pero no lo cargué a hombros. Se iba a la enfermería y quería mi bandera pero forcejee con él porque quería mi bandera para seguir dando la vuelta al mundo. De ahí me entró el interés por conocer la fiesta, empecé a leer y me enamoré por ellos de la fiesta.
Paquiro, la dinastía de los Romero y la historia de El Africano. Un romántico, muy heroico que me impactó. Cuando ya terminé la universidad se me ocurrió, como una aventura, el querer ser torero.
De nuevo, “Es imposible”.
Todos los taurinos decían que el toreo eran de babas y no de barbas. Estaba yo casado con Miss Cohauila y nos enamoramos tan fuerte que renunció a su titulo. Podía ejercer como agrónomo y mantenerla pero quería probar.
Nadie creía que pudiera funcionar pero implementé suertes antiguas y me llamaban taurinos a los que les decía que no han leído libros porque era parte de la tauromaquia. Usar medias blancas y coleta natural, capote sin liar está en los libros.
Me parecían las medias blancas más varoniles que las rosas. Morante ha usado las medias y también en las goyescas. Jamás me he puesto medias rosas, ni he comprado, ni tengo. Se me fue criticado.
Al ir a la México me decían que la autoridad no me dejaría pero les dije que estudiaran cual es la media primigenia que es la blanca. En ocasiones toreros usaron medias amarillas como Alfonso Gaona y le llamaban patas de pollo.
Yo tenía el trascuerno, capote sin liar… los tradicionales taurinos me criticaban y yo les decía que estudiaran.
La polémica fue una gran compañera suya de viaje.
Sí, me ayudaba mercadotécnicamente sin saber torear. Quería saber pronto si ganaría dinero con el toro o tendría que trabajar como agrónomo.
Empecé sin saber torear ya que no entrené, casi ni tenté, me basaba en la intuición.
Como allá en España, en México se estilaba que cuando un novillero no tiene nombre debe pagar y al enterarme dije que no.
Yo había ganado dinero como empresario de festejos de rodeo y metí ahí mi primer novillo, lo maté y gané dinero. Luego hice novilladas y ganaba dinero. De ahí a los medios…
Entra en el circuito.
Había toreado solo cinco o seis festejos en plazas pequeñas y en lienzos charros.
Mi fuerte era el cuento del salto, las banderillas cortas en la silla, las maromas que me daba el toro… Eso atraía a la gente y llenaba las plazas.
Tuve la conciencia de mercado y grababa mis vídeos. Fui formando mi colección.
Aquí en México el periódico más importante es Esto y el periodista más importante, Francisco Lazo. Me fui al Df con una televisión grande y con una videograbadora.
Me presenté en el Esto preguntando por él y los taurinos me habían dicho que no me recibiría. Le dije a la secretaria que quería verlo pese a que no tenía cita.
A la secretaria y a Don Francisco les entró la intriga y me dejaron pasar.
En la oficina…
Entré, instalé todo y le dio la curiosidad. En el Norte me tachaban de loco los periodistas cuando no me trataban de cirquero. Aún así, para insultarme, me daban la página entera.
Yo había leído libros sobre mercadotecnia, los libros han sido mis compañeros de vida desde que aprendía a leer de la mano de mi abuela antes de entrar en la escuela.
Conseguí esos libros de mercado y apliqué las reglas. Aprovechaba la polémica y funcionaba lo de que estaba loco y echaba más leña a la hoguera.
Mi objetivo era ganar dinero, no tenía un padrino. En el norte habían hecho notas en mi contra y al ver eso Don Francisco Lazo, para mi sorpresa, me sacó dos planas en el periódico con los grabados de Goya diciendo que no está loco Glison.
De ahí me invitaron a la televisión y se orientó conmigo Pepe Alameda. Él me hizo una entrevista sobre el mismo tema.
Cuando me iba a hacer la entrevista iba con un gran amigo, El Saltillense -que había perdido un ojo en una corrida y se hizo fotógrafo- para mí de los más grandes fotógrafos de la historia.
Él era mi amigo y apoderado. Íbamos cruzando la Avenida Reforma rumbo a su estudio y Don Pepe me dijo que me iba a hacer una entrevista comparándome con El Cordobés.
Yo le dije que no me comparara con nadie y mi apoderado me miró descompuesto por atreverme a decirle esas cosas al mismísimo Don Pepe Alameda.
Admiro a El Cordobés -con el que me corrí una buena juerga en Sevilla y con el hijo más- pero no quería ser copia de nadie.
A Pepe le gustó mi gesto y me hizo la entrevista. Unos días después me llamaron a Saltillo y era él diciéndome que si quería torear en La México.
Pensaba que era el año entrante y no, era el mismo domingo. Me decidí dispuesto a jugarme todo. Me fui a platicar con Alfonso Gaona, el último gran empresario de La México y pese a lo que decían de él me trataron de lujo.
Lo único que le pedí fue novillos serios para que no me trataran de payaso. Me los echaron de 470 kilos.
La México.
No sabía torear y tenía un ayudado como cortinero. No tenía una espuerta, parecía una maleta de pirata. El Saltillense no estaba ya conmigo porque lo regañó su esposa.
Había cinco novillos bonitos y un castaño muy armado con la cara alta. Le dije a mi apoderado que si nos salía que lo echara el segundo.
Como no tenía fuerza mi apoderado a ese toro lo echaron el primero.
La mitad de la plaza me pitaba y la otra me aplaudía. Me fui a los medios para darle un péndulo y como mi ayuda era de cortinero me pegó una cornada cuando me vino de largo el toro tras no ser sujetado por el banderillero.
Me pegó una cornada y me rompió mi ayudado de cortinero.
Regresé a las tablas y le di otro ayudado pero cuando quise darle un péndulo me pegó una voltereta sin consecuencias. Me levanté delante de Piel Roja y le pegué un trancazo en la cabeza.
Ese día conocí a Jesús Córdoba, nos hicimos amigos, y estaba de juez, nos dijo que fue su tarde más complicada porque le habían pedido la oreja para mí sin haber pegado un muletazo.
Nunca he descabellado con el verduguillo porque aprendí con la puntilla en los rastros. Con la puntilla debes ser más certero y yo lo era, provocando una muerte espectacular que hacía rugir a la gente.
Cuando metí un espadazo al toro y no caía fui a por mi puntilla pero mi apoderado me dijo que no estaba permitida.
Me prestaron un verduguillo y fui irónicamente a pedir permiso al juez. Cogí la espada de abajo, desde la cruz, y le pegué un certero puntillazo.
La gente se volvió loca y di una vuelta con mucha fuerza. La cornada evitó que pudiera salir a matar el segundo pero se logró una inmensa publicidad de aquello, a favor y en contra.
Aparecen, por fin, los contratos.
Con Pepe Alameda se van haciendo contratos y el Doctor Gaona me quería poner cada domingo en Insurgentes.
Yo había leído que eso había provocado que novilleros acabaran exprimidos y decidí medir mis actuaciones allí. Me convertí en el número 1 del escalafón hasta la cornada de Tlaxcala.
Una cornada muy grave, ¿qué cambia en usted ese percance?
Mi situación física, me convierto en un inválido. En una portada se llegó a titular que estaba a punto de morir porque la cornada me cortó la femoral y la safena.
En Tlaxcala existía el gran problema de un cuerpo de médicos que eran más ortopedistas que cardiovasculares.
A medida que fue evolucionando la cornada nos dimos cuenta que eran importantes las especialidades ya que no supieron qué hacer con la femoral y me hacían transfusiones de gente de todo tipo.
Llegué a pensar que me había entrado hasta el sida porque allí donaban hasta los borrachos.
Me mandaron a México, desperté viendo mi pierna hinchada y morada al quitarme el vendaje. Me operaron de nuevo para recuperar la circulación pero eso me generó una gangrena. Me fui a terapia intensiva, cerca de morirme.
Desperté en un estado de semi-inconsciencia lleno de pesadillas y vi que otro periódico también decía que no volvería a torear. La pierna estaba muy mal, con los músculos destrozados y gangrena.
Me escapé del hospital en el que me iban a cortar la pierna y me fui a Monterrey, donde se atrevieron a salvarme la pierna con tres curaciones al día. Caí en una depresión y me enojé con Dios y con la vida.
Un día tuve una señal divina. En México el Doctor me había abierto para drenar y me entró una infección en un hospital en el que podía ver a las palomas haciendo popó.
Llegó la bacteria y me infectó. Me fui a Monterrey con el doctor Benavides y me dijo que no estaba la infección donde la cornada y sí donde me habían cortado para curar.
Curándome allí, en Monterrey, se me cayó un cacho de hueso y pintaba a que me la cortarían. Iba hacia Rayos X frustrado pero vi al final del pasillo a una persona con parálisis cerebral.
Al pasar por su lado me sonrió y me dio una lección de vida. Si él estaba peor que yo y sonreía yo tenía que cambiar mi actitud. Empecé a agradecer todo y pedí a la enfermera un catálogo de piernas postizas para torear con ellas.
Ese cambio en mí hizo a la pierna luchar contra mi sistema inmunológico y empezó a sanar.
Hice una conferencia de prensa y los periodistas acudieron pensando que anunciaría mi retirada pero lo que hice fue comprometerme a reaparecer en un año en la misma plaza con el mismo traje.
Quedó claro que la palabra imposible no sirve con usted.
Mi vida, desde Alaska, es una constante lucha. Siempre he vivido una cuesta arriba siempre perseverando y mejorando por el camino más duro.
Mi aliciente para volver a caminar era volver a torear. Sabía que como torero no iba a funcionar porque la gente iba a verme torear por mis condiciones físicas pero sería imposible al no tener movilidad en el tobillo.
Aún así, yo quería torear para sentirme íntegro y salir del agujero. Todo pasaba por torear.
Y lo cumplió.
Me empiezo a recuperar sin apoyo de nadie. Toda la familia estaba en contra y mi papá llegó a decir que si me quitaban la pierna era bueno porque así no toreaba más.
Mi esposa no quería que reapareciese y el doctor menos, todos me veían como un inválido.
Tenía solo el contrato de Tlaxcala con el interés basado en el morbo de ver si me volvían a cornear. Era el 7 de noviembre de 1987.
Se empezó a crear una publicidad acerca de una supuesta locura mía. Empecé a usar un fierro como el que usan los que han tenido polio y empecé a medio caminar pero no con la movilidad suficiente.
Todo estaba listo para reaparecer pero me buscó Solórzano para que fuera a Mérida a reaparecer. Le dije que no, que tras Tlaxcala, pero él me dijo que Mérida porque yo solo duraría una. No me lo dijo de mala leche.
Hablé con los de Tlaxcala y reaparecí en Mérida.
Brindé la faena a Dios. La plaza estaba llena y el toro me agarraba a cada rato saltando el aparato y yo por cada lado. Me tenían que recoger del suelo porque era incapaz de levantarme por mí mismo.
Regresé a Tlaxcala y pensaba que ahí terminaba mi carrera porque no tenía nada más. Pero no, tras ello me contrató el empresario de Torreón y empezaron a sucederse los contratos.
Ese año, aún de novillero, corté más orejas que los matadores.
Contra todo y casi contra todos, líder del escalafón.
Tengo el récord con más de 200 novilladas y el segundo es el maestro Fermín. Estadísticamente tengo el récord aunque me tengan como el peor.
Empecé a pensar en la alternativa pese a que algunos amigos me dijeron que era mejor seguir de novillero ganando dinero porque la mafia taurina me iba a boicotear si tomaba la alternativa.
Yo no acepté, quería ser matador y el mejor. De nuevo, me volvieron a decir que estaba loco.
Tenía solo el contrato de la alternativa pero corté orejas y se repitió la historia, me empezaron a contratar cada semana hasta batir el récord de actuaciones como primer año de alternativa y líder del escalafón del 91.
Muchos toreros me boicotearon salvo Mariano Ramos, al que admiré y agradeceré siempre que sí me diese la alternativa. Fui cinco años líder del escalafón hasta que me metí en política.
Una decisión que paga.
Me metí apoyando a la oposición y dando 17 discursos presidenciales. Me boicotearon los empresarios que apoyaban a la otra candidatura.
De repente me encontré boicoteado por el sistema político también pero no me arrepiento, fue una gran experiencia.
Se desploma mi carrera y pienso en retirarme y hacer una película. Me coge la devaluación económica y la gente que iba a invertir en la película no lo hace.
La idea era despedirme dentro de la película para volver después con la fuerza de la misma. No se hace y empecé a dar conferencias y escribir poesías. Mi vida toma un rumbo nuevo.
Toreando en los pueblos hasta que, de nuevo, aparecen los caballos.
Allí estaba, boicoteado A la vez seguía dando conferencias, escribí una obra de teatro, un disco de música con Álex Lora del que me aburrí porque ser cantante no es emocionante.
Tras un lapso de tiempo hice una cabalgata por todo México usando más de 650 caballos al galope. Fue un esfuerzo solidario que batió varios récords Guiness con 4200 kilómetros en 98 días.
De ahí tomo el respaldo para incursionar como rejoneador.
Otro sueño
Sí, otra nueva experiencia de vida. Sabía que si no tenía caballos de primera línea no iba a grandes ferias. Cogí caballos prestados que no habían rejoneado y llegué a probar cincuenta en un día.
Algunos caballos se querían escapar y me hice una cuadrilla de caballos valientes de rancho, no eran ni finos ni lusos. Practiqué con Miguel Urquiza y Julián Viveros aprendiendo sobre la marcha.
Llegué a torear más de 30 espectáculos y creé un espectáculo que se llamó “Héroes, toros y caballos”. Sabía que Miguel Hidalgo e Ignacio Allende habían toreado a pie y Zapata y Pancho Villa también.
Había en el show una reseña con vídeos de la historia y bailes con mujeres. Era un evento charro taurino con Urquiza y Zendejas.
Alejandro puso su primera banderilla conmigo. Luego formé la Federación Mexicana de cabalgantes.
En esa mafia que le empuja a esos caminos recuerdo como El Pana nos citaba a Cavazos.
Sí, Eloy manipuló la fiesta mucho tiempo, es sabido. En su momento quería darme la alternativa pero con sus condiciones y empezó ir a mi contra. Nunca toreó conmigo.
Empecé a escribir en Esto y me gané broncas ya que intenté desenmascarar a la fiesta pero había miedo a hacer las cosas de otra manera.
No trascendió para elevar la dignidad de los toreros mexicanos.
Tuve un gran conflicto con Rafael Herrerías que me demandó. Él tenía sus abogados y yo solo le gané.
Ha sido un estorbo para la mafia del toreo
El toreo en sí es tan mágico, tan puro, tan grande por sí mismo que es una pena que la mafia lo manche. He sido un estorbo para la mafia por no acceder a los lineamentos.
Me considero un rebelde con causa desde mi vestuario. Hay referentes en los libros del tema. He sido alguien a quién no gustó que no se alineara con el sistema. A final de cuentas no me arrepiento de ser como soy.
Usted no se hunde pese a la mafia.
El doctor Licastro encabezó una campaña favorable a que me retirara. Dijo que no habría servicio médico para mí, qué terrible. Dije que toreaba pero si no me atendían me iba en taxi en la Cruz Roja.
Mi asociación me abandonó pese a ser de los que más cuotas generaba diciendo que no estaba autorizado a torear y que nadie torearía conmigo.
Busqué un abogado y me respaldaba el derecho al trabajo que recoge la Constitución. Con eso los jodí y pude torear.
Toreé casi sin pierna, sin doctores, sin asociación pero cortando las orejas. Así no me pudieron parar.
Hay dos episodios que me gustaría hablar con usted. Armenia y el toro en la playa.
Antes de eso creo que es bueno conocer de dónde parte.
En el toreo había dejado unas aportaciones como la empuñadura con un fabricante de espadas mexicanos, El Bale, con la que agarras con toda la mano.
Lo inventé cuando un toro me rompió el brazo en Mazatlán y no me quería perder la México y le dije al médico que me cortara un pedazo de codo como Desperdicios.
Toreé en Armenia y vi como alguien allegado a Rincón estaba y luego él la usó. Nadie ha hecho énfasis en ello.
Muchos toreros sacan diferentes conceptos de mi idea, lo digo como una aportación que hice a raíz de no poder levantar la espada normal.
Eso me llevó a la necesidad de diseñar esto y me alegra haberlo aportado.
La Glicerina, otra.
Primero se pega un derechazo, se tira el ayudado, te pasas la muleta por la espalda y pegas una serie de naturales. Yo lo hice así con la derecha.
Me dijeron que alguien lo está haciendo pero necesitas toro que vaya bien y largo por los dos lados.
Continuará..